Columna

El fiscal Fierro, incapaz de formar equipo

Ha caracterizado al fiscal general Roberto Fierro Duarte la grisura en su desempeño y los hechos saltan a la vista. No se necesita ser un observador acucioso para darse cuenta de que los crímenes en Cerocahui, el jueves negro de Ciudad Juarez y la situación explosiva en los penales marcan una profundización de la crisis en materia de seguridad pública en Chihuahua.

Cuando al inicio de la administración de María Eugenia Campos se dieron a la publicidad los perfiles y currículums de quienes iban a ser parte del gabinete, buen número de estos no justificaban las designaciones.

Es el caso del fiscal general, que a lo sumo podría presumir haber sido secretario particular del director de las Islas Marías. Como paréntesis también vale recordar que Ignacio Galicia De Luna, también secretario en una área neurálgica, no sabemos por artes de qué llegó, pues corre fama de no haber terminado la educación secundaria.

Volviendo al tema, el fiscal no da el ancho. Tampoco se ve que brille en el caso Aras, y tampoco hay una respuesta puntual a las denuncias penales que de faramalla se han presentado contra las cabezas panistas del quinquenio.

Pero lo más preocupante es la política de sueldos a quienes trabajan en la Fiscalía. Como suele suceder, los jefes, incluido el fiscal, ganan cientos de miles de pesos, en tanto la infantería, los que realmente hacen el trabajo de investigación, no rebasan de diez a quince mil pesos mensuales y son expuestos a agotadoras jornadas de trabajo a que están sujetas estas funciones públicas, tan difíciles y riesgosas al día de hoy.

Sería muy bueno para la opinión pública que se nos explique porqué alrededor de 30 agentes del Ministerio Público, hasta donde llega esa información, han renunciado porque no encuentran ni futuro ni retribución correcta, ni un porvenir plausible.

Se trata de abogados recién egresados y titulados, que incluso han sido reprendidos en las audiencias por su falta de conocimiento en las causas que se les asignan.

El fiscal, acorde con el pensamiento neoliberal, dirá que se trata de una rotación de personal, similar al de una maquiladora, pero equivocaría su caracterización porque lo que esos funcionarios públicos tienen en sus manos, son cosas de la mayor gravedad que afectan patrimonio, bienes y vidas personales.

Estas renuncias masivas suelen no estar en los periódicos, pero denotan que la seguridad a este gobierno le importa un bledo.