Hasta ahora, y pienso que así continuará, el partido MORENA en Chihuahua no ha dado muestras de vida en relación a su postura en torno al gobierno de María Eugenia Campos Galván, como tampoco en el resto de los grandes problemas que tiene el estado.

Parece que es un partido inexistente, ausente de los medios, sin vocería ni liderazgo. En las pasadas elecciones obtuvo una cantidad importante de votos, atrás de esos votos hay ciudadanos que merecen respeto y que esperarían posicionamientos, orientaciones, deslindes. Pero no, eso no está en el diccionario del invertebrado partido.

Lo que se lee es el despliegue de Juan Carlos Loera De la Rosa en apoyo al gobierno de Campos Galván, donde ya obtuvo una secretaría técnica de no se sabe qué.

Loera De la Rosa es un mal imitador de López Obrador; anida en su alma la idea de recorrer sus pasos y algún día ser gobernador del estado. No dudo que pudiera lograrlo si la política se mantiene en el subsuelo de la decadencia actual. Además, no estoy para profeta de ningún desastre.

Pero, hay algo en lo que es diametralmente opuesto: después de la elección vociferó a granel y le litigó a la pan-duartista el triunfo electoral, sabiendo que su disputa judicial no tenía futuro, pero persistió. López Obrador en su lugar se habría colocado al margen de las tareas dependientes del gobierno y habría seguido caminando hacia su proyecto, pero Juan Carlos ya es de la nueva generación de morenos que nacieron al interior de la clase política y no pueden vivir ni al margen ni afuera de ella.

En realidad MORENA en Chihuahua es una nueva versión del peor PRD del que se tenga memoria, que por otra parte, habría que afirmar que no da para más,

Pero mientras los demócratas y los pocos revolucionarios que quedan en Chihuahua no se levanten, es muy probable que todo siga igual.