Maru Campos frente al historiador Enrique Krauze puso cara de santa medieval. Así le conviene, a su parecer, al camino que emprendió para hacerse, desde la ultraderecha, con la candidatura del PAN a la gubernatura de Chihuahua. Ni como crónica y menos como historia para el documental del polémico escritor. La razón es sencilla: hay unilateralidad en la visión. Pareciera que en medio de cielo sereno retumbó de pronto el rayo azul del PAN incendiándolo todo, y no es así en una aproximación a la verdad. 

En Chihuahua hay un vasto historial que da cuenta de un movimiento democrático y del que algunas gentes del PAN son testimonio, pero que no se agota ahí. Después de la derrota en la Revolución, Chihuahua ha sufrido cadenas de ataques sumamente agresivos, y en esa línea en el documental “Chihuahua, 1986: el verano caliente” quedan fuera infinidad de luchas campesinas, magisteriales, estudiantiles, obreras y propiamente políticas y electorales a las que se desprecia en un afán faccioso que exhibe la historia actualmente como si fuera en el “mismo lugar y con la misma gente”, cuando todos sabemos que en este 2020 tanto el espacio como el tiempo ya no son lo mismo. 

Pienso que nuestros ínclitos historiadores debieran dedicar a esto sus empeños. Los esperamos porque se trata de una importante batalla para no ser borrados para todo un ciclo. 

Krauze y la alcaldesa, a la que ayer sólo le faltó llorar, saben de los lemas de L’Osservatore Romano, el famoso periódico Vaticano: “A cada quien lo suyo” (unicuique suum), ¿o se quedan con el otro: “Las puertas del infierno prevalecerán (non praevalebunt)? Pregunta que huele, según el gusto, a incienso o sabe a opio del pueblo.