Encuestas van y encuestas vienen, pero en Chihuahua se puede afirmar que en materia electoral no hay nada para nadie. En primer lugar habría que descartar todas las “demoscopias” tomadas del menú para satisfacer el hambre política de quien las paga, y a mi juicio las que alcanzan reputación de serias y profesionales reportan hoyos negros que no permiten deshojar margaritas prematuramente. Llegará el momento en el que el peso estructural de los partidos, sus plataformas territoriales y la calidad de los candidatos pese de manera poderosa, ejerciendo una gravitación tal que permita ir explorando un pronóstico confiable.
MORENA es un partido en el gobierno y es previsible que eso influirá mucho en el futuro de los beneficios que esto acarrea, por mera anexión, en cualquier parte del mundo. Pero desde la oposición, no la califico ahora, también se conocen experiencias que, partiendo de la divisa de que para los álamos también hay hacha, han logrado defenestrar poderes que se consideraban inconmovibles.
El PAN en Chihuahua también es un partido en el poder, derruido por el corralismo hasta alcanzar más desventajas que posibilidades. Pero no solo. El poder del gobernador no pasa por una antigua plaza fuerte del PAN como lo fue Ciudad Juárez, hoy en manos de Armando Cabada, y el gran desprestigio de todo lo que significa la presencia de un partido político. De allá sólo escucho una opinión lapidaria: “todos son iguales”.
Corral tampoco tiene peso en Parral, y quizás su presencia sea mucho menor en Cuauhtémoc, otrora gobernado por el partido azul, que a su vez le hace ascos en Chihuahua, Delicias y otras cabeceras municipales de menor importancia.
El viejo PRI no es previsible que resucite, y eso lo evidencia que su líder estatal, Omar Bazán, busque con mucho empeño una alianza con el PT de Rubén Aguilar Jiménez, que tanto les ha costado económica y políticamente. Con esas alianzas no despiertan atractivo alguno. Tan grande es el desprestigio que difícilmente lo pueden remontar con esos signos previos al proceso electoral.
Con esos antecedentes quiero dar mi opinión acerca del rol que puede jugar el partido MORENA, carente, como se sabe, de una estructura institucional que le permita encarar los retos de elecciones tan complejas como las que tiene Chihuahua a lo largo de los últimos cuarenta años. La plaza de suyo es difícil como para pensar que basta tener en sus manos la administración federal y un caudillo carismático para repetir proezas como la de 2018, sin más capital que el activo personal del presidente.
En tal sentido, quienes piensan ahí que las elecciones de 2021 de gobernador, Congreso y autoridades municipales es un simple día de campo, están rotundamente equivocados. Tienen fortalezas indiscutibles, pero también grandes debilidades que ahora se pueden convertir en escollos insuperables.
De una parte se tiene que visualizar que aquí está en marcha todo un proyecto sólidamente articulado en el PAN para una jugada estratégica hacia 2024. Grandes capitales y redes sociales que todo lo permean, trabajan desde la sombra bajo una divisa inequívoca: saben pelear y tienen experiencia. Digo esto basándome en la idea de que para ganar se necesita conocer al enemigo o adversario, y creo que en términos finos y precisos, MORENA carece de esa ventaja. No afirmo que sea inalcanzable, pero hoy por hoy no tiene las herramientas tácticas para una definición de tal envergadura; esto en primer lugar.
En segundo, pero de ninguna manera menos importante, está la situación de los pretendientes de la gubernatura que marcan, con su incoherencia, el rumbo que puedan tomar las naves de sus empeños. Estamos acostumbrados a escuchar que MORENA es “un partido de izquierda”. Eso es algo que está indefinido en los contornos que los grandes analistas del tema marcan como característica para estar en ese espacio de la geografía política, y no hay nada más que contribuya a esa ambigüedad que el perfil de dos de los aspirantes que más se ven a través de los medios y de sus propias gestiones, primero para alcanzar la gubernatura, y luego para navegar hacia un resultado que esperan favorable.
Hay una paradoja inocultable: MORENA partido de izquierda y candidatos a la gubernatura que están a la derecha. Me refiero a Rafael Espino de la Peña y Cruz Pérez Cuéllar. El partido, por las vicisitudes que pasa, no ha normado sus actividades, dejándolas a la deriva y exhibiendo una cultura política que sobrepasa las malas prácticas del PRI y eso le genera desprestigio.
Y el arrinconamiento que padece el Instituto Estatal Electoral, muy probablemente contra su voluntad, es porque no se ha armado de valor y escudado en la ley para detener el flagrante fraude normativo que puede recibir, tarde o temprano, el golpe fatal de anular esas candidaturas, si las logran, por hechos inocultables de campaña anticipada, violatoria de varios de los principios que le dan sustento al árbitro electoral. No descarto eso porque es muy probable que la gubernatura de Chihuahua se pelee hasta por un milímetro de terreno y agarrados de veinte uñas.
Poco atractivo se verá MORENA frente al PAN con estos candidatos, que por la víspera ya han exhibido los días. Rafael Espino no tiene más que dinero para posicionarse y le está apostando a sus recursos monetarios y a un séquito de amigos cercanos a la Presidencia que si alguna característica tienen es precisamente la del medro por el medro. Llama poderosamente mi atención no su expriísmo, pues de esa matriz viene, si no los que presumen de haber estado en la guerrilla que hoy lo acompañan en sus giras. Antes acompañaron a Corral y lo más probable es que sólo busquen un empleo temporal en la perspectiva de alcanzar otro más estable.
De Cruz Pérez Cuéllar la matriz de derecha crea una incongruencia que pondría a los electores ante la disyuntiva de votar, ni más ni menos, que por dos panistas: una en activo y otro que está “en sueños”, como dicen los masones. Pero hay algo que me preocupa grandemente: Espino y Pérez Cuéllar, hermanos en la derecha, ya demostraron sobradamente el nulo respeto que tienen por la ley. Lo que ellos hacen ahora está prohibido, e insisto, quien tiene el hábito de violar la ley lo hace ahora y lo hace mañana.
Es por eso que opino que no hay nada para nadie. Pero debe haber algo para la ciudadanía.