Javier Corral, hasta el último momento, alardea con su reforma, iniciativa para establecer elecciones primarias. Para empezar habría que tener presente que no hay nada de originalidad y hasta cierto punto ni puede haberla. Cualquiera puede presumir que tiene las mejores ideas o repetir propuestas que otros han hecho de manera pionera en materia de regulación de los partidos políticos. Por ejemplo, yo les puedo comentar que hace más de 20 años, como consejero nacional del extinto PRD, escuché una decantada y precisa iniciativa al respecto. Insisto, en esto no hay nada nuevo bajo el sol.
Corral, a partir de lo que puede ser el revés que reciba hoy en el Congreso, dice que sus propuestas permitieron mostrar el perfil de los actores políticos en Chihuahua. Ese perfil, por muy conocido, ya no es noticia en ninguna materia. Si hiciéramos un quién es quién no le diríamos nada los ciudadanos y a los lectores de periódicos. Corral lo que hace es presumir una propuesta y luego decir que los que se pongan en contra están mal. Se parece al personaje que detesta.
El problema de iniciar reformas de hondo calado es lo que se exhibió a lo largo de esta coyuntura. En otras palabras, a los reformadores genuinos lo que les sobran son propuestas, textos bellamente redactados, hasta construcción de utopías, ese no es el problema, porque esas tareas fácilmente se revuelven en el gabinete de algún intelectual auténtico o a sueldo.
El verdadero problema es hacer las reformas, construirlas socialmente, edificar las alianzas, generar los consensos y estar dispuesto, sobre todo, a sacarlas adelante con buenos análisis de coyuntura y criterios de oportunidad. Eso es lo difícil y es precisamente lo que le faltó al señor Corral. Bueno, fue tan inútil y bisoño que quiso que su reforma se procesara al cuarto para las doce, sin convencer a su propio partido y con la ambición de reformar la agenda, no nada más para Chihuahua, sino para todo el país.
¿Megalomanía patricista o duartista? Sin duda, sólo que azul.
Para realizar reformas se necesita conocer el arte político de reformar. Por ejemplo, Francisco Barrio logró una reforma de gran calado durante su administración y la Constitución cambió para traernos la democracia participativa, aunque los del PAN no simpatizan con ella o no la han aplicado. Se creó entonces el Consejo Estatal de Elecciones y el Tribunal Estatal de Elecciones. Barrio construyó, lamentablemente su discípulo no aprendió las lecciones. Suele ser característica de los malos alumnos.