Columna

¡En mi casa mando yo, señor presidente!

La cita, según cuenta el periodista Julio Scherer en Los Presidentes, fue programada a la una de la tarde en casa del anfitrión, don Daniel Cosío Villegas, quien, se cuenta, sufría de hipoglucemia, “y si no se ajustaba a un orden en el horario de las comidas, el dolor lo inutilizaba”.

En efecto, Scherer llegó primero y luego José López Portillo, el secretario de Hacienda que rondaba por esos días el poder máximo del país. Del lado de los intelectuales, con don Daniel, estuvieron Octavio Paz y Víctor Urquidi; con el expresidente, aparte de López Portillo, estuvieron Mario Moya Palencia y Porfirio Muñoz Ledo.

Cuenta Scherer que bajo un clima benigno se propiciaba la charla en el jardín de la casa de don Daniel, quien tenía el propósito de discutir las relaciones entre el intelectual y el político, la cultura y el poder.

Pasó hora y media y el presidente no llegaba. A las dos y media, doña Ema, esposa de Cosío Villegas, había solicitado a los invitados pasar a la mesa. López Portillo suplicó esperar.

Pasó otra media hora y don Daniel interrumpió categórico:

—Pasamos, por favor.
—Yo le ruego, don Daniel —intercedió por segunda vez López Portillo.
—En el país manda el presidente, pero en mi casa mando yo, licenciado —y se adelantó sin otro comentario rumbo al comedor.

Por ese frecuente hábito de los políticos mexicanos de llegar tarde para hacerse notar, a las tres y veinte se presentó Echeverría.

Luis Echeverría.