Columna

Taibo II: fusílenlos en caliente

Al escritor nacido en Gijón, España, Paco Ignacio Taibo II, convertido hoy en flamante director de la principal casa editorial gubernamental del país, le gustan las rarezas que van desde querer “meterla doblada”, hacerse de un cargo público al amparo de una ley especial, la destemplada intolerancia hacia los que no piensan como él, hasta la pena de muerte por fusilamiento a los que él considera “traidores a la patria”, propósito este último que tuvo oportunidad de refrendar en reciente entrevista con la hace ya tiempo oficialista Sabina Berman.

Su grito estridente es para mostrar su incondicional adhesión al gobierno de Claudia Sheinbaum, como antaño lo fue al de López Obrador, que lo llevó al cargo burocrático que hoy ocupa modificando la ley al contentillo. Se trata de una fe ciega que ignora que las penas de muerte están abolidas en el país, por el aliento de una legislación penal de corte derechohumanista.

Pero poco le importa la ley, porque lo suyo, lo suyo es el escándalo para atraer audiencia, que de suyo la tiene ganada, pero como escritor, sin darse cuenta que desmerece mucho y pierde seriedad y reconocimiento, si acaso las busca.

La editorial que dirige, a tiempo publicó un cuento de Julio Torri que nos habla, aleccionadoramente y con fina ironía, de fusilamientos, precisamente. Sería provechoso que lo leyera porque se daría cuenta de que el escándalo que pretende –escarmentar a la disidencia, no a los antipatriotas– es un exceso que revela una personalidad que no debiera estar encabezando una casa abierta a la inteligencia, como es el Fondo de Cultura Económica.

Torri dice, con sarcasmo, que “si el Estado quiere evitar eficazmente las evasiones de los condenados a la última pena (…), que purifique solamente de pormenores enfadosos y de aparato ridículo un acto que a los ojos de algunos (como Taibo, digo yo) conserva todavía cierta importancia”.

Lo que Taibo propone es una especie de terror y tiene el mismo tono trumpista que supuestamente combate, y me hace pensar que su talante es igual al del presidente de Estados Unidos. Pero todavía más allá: muchos trumpistas están en la Cuatroté.

Cuando el terror empieza y se instalan las guillotinas en las plazas, como en los tiempos de Robespierre, se puede marcar el inicio de una trágica historia, pero no cómo va a terminar. Con esto quiero decir que los que proponen que rueden cabezas muchas veces terminan aportando la propia.

Con relación a Paco Taibo, en realidad no creo que tenga el temple robesperiano para pararse frente a un pelotón de fusilamiento, como lo hizo el revolucionario francés, y decir: “Qué se le puede objetar a un hombre que tiene razón y sabe morir por su país”.

Tengo para mí que el cobarde es león en su casa y liebre en la plaza.