
María Eugenia, la texana
De nuevo, la gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos Galván voló a Austin a reunirse con su amigo, el gobernador de Texas, Greg Abbott, donde realizó un conjunto de actividades que no está de más que el gobierno federal y su cancillería pongan bajo su escrutinio. De estas actividades se dio cuenta en los medios a través de varios boletines oficiales que se contraen a lo siguiente:
El viaje tuvo tintes turísticos, obviamente lo que se habló en secreto no ha trascendido, y lo que se sabe es que buscó un intercambio con el vecino estado, hoy administrado por agresivos racistas como Greg Abbott, del ala más conservadora del Partido Republicano. Con él trató temas de desarrollo económico, seguridad fronteriza y migración.
Es obvio que la Constitución General de la república no dota de facultades a la gobernadora para esa incursión en política exterior, y es altamente preocupante que en esta coyuntura la Presidencia de la república y la cancillería, los únicos con competencia, que no hayan intervenido, lo que da pábulo a que cualquier gobernador de zona fronteriza incursione en la política exterior al margen de los lineamientos normativos en una etapa de agresividad de Washington hacia nuestro país, lo que estaría mostrando que ellos sí pueden pactar con cualquier poder local, pasando por alto al Estado mexicano, en este caso representado únicamente por la Presidencia de la república.
No descarto que tras bambalinas haya una connivencia entre estos órdenes de gobierno para la permisividad de esta especie de paradiplomacia que se puede extender de Baja California a Tamaulipas y en el sur desde Chiapas hasta Quintana Roo, y en todo caso la cancillería debería emitir un comunicado.
La historia mexicana, y en particular la que concierne a Texas durante los primeras años de la Independencia nacional, nos hablan de la desmesura intervencionista de quienes un día creador la República de la Estrella Solitaria para después, ya en pleno expansionismo estadounidense, adherirse a lo que hoy conocemos como Estados Unidos.
En este sentido, aunque la visita de Maru se adorne con toda la parafernalia de las cortesías, las ambiciones del otro lado no tienen límites y pueden trastocar a mediano plazo la vida en la frontera.
El primero encuentro de Maru Campos se dio principalmente con empresarios y luego con académicos de la Universidad de Texas en Austin. En todos los foros se habló de colaboración y en esta universidad se plantearon “esquemas de colaboración para reforzar la enseñanza del idioma inglés”. El español y las lenguas maternas poco importan, dicho sea de paso.
No es la primera vez que Campos Galván hace giras en Texas: con motivo de los problemas hídricos que aquejan a Chihuahua, se ha entrevistado en varias ocasiones con Abbott y sus colaboradores, sin que haya trascendido que exista una defensa de las aguas del Río Conchos y una actitud de defensa de este patrimonio natural del estado.
Ello no es extraño si tenemos en cuenta la formación pro empresarial e imperial de la gobernadora de Chihuahua, egresada del Tec de Monterrey y formada en la Universidad de Georgetown, a donde también ha viajado, junto con parte de su gabinete, con cargo al erario. Sus filias están a la vista y pienso que en su fuero interno es de las que sostiene que Trump, y Abbott de por medio, les cayeron del cielo como contrapeso por lo que sucede en México.
Para la gobernadora, allá está su mundo, y en su afán de ubicarse en él, se brinca la Constitución y al gobierno federal, poniéndose al margen de lo que puede ser una política global de Estado y no una especie de provincianismo balcanizado que sólo le da ventaja al imperio, hoy gobernado por un supremacista blanco.
No se ha visto que, por ejemplo, el gobierno actual de Chihuahua estudie la conexión de nuestro país con la región texana. Más parece que este gobierno estuviera en la línea de sumisión ante los intereses texanos.

