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Irma Campos: justicia a su entrañable presencia

Cuando se otorga una distinción a una mujer, un faro se enciende e ilumina a muchas otras. De por sí es difícil encontrar méritos que correspondan por entero a una individualidad; en el caso de las mujeres casi por necesidad todo se torna colectivo, tanto esfuerzo y sacrificios comunes. En eso consiste la originalidad de la causa de las mujeres en la que hay, a un mismo tiempo, solidaridad, conciencia y espontaneidad, pluralidad y trabazón para la unidad de acción en la diversidad.

No podría ser de otra manera si tomamos en cuenta los muchos siglos de patriarcado, exclusión y opresión que han padecido desde tiempos ancestrales todas las mujeres en todas las partes del mundo.

Los tiempos han cambiado y profundas transformaciones surcan las más diversas culturas para dar cuenta de la lucha de las mujeres por una equidad sustantiva, el reconocimiento de un lugar que se les ha negado y todavía se les regatea con trampas para hacer nugatorios espacios que les corresponden de manera ineludible.

En estos días se ha dado a conocer que a Irma Campos Madrigal se le ha distinguido con la instauración de una medalla con su nombre que se otorgará cada año, a partir de este 2025, de parte del Instituto Federal de Defensoría Pública del Poder Judicial de la Federación, a las personas asesoras jurídicas que por sus méritos determine la institución.

En los círculos feministas y en la familia de Irma Campos la noticia ha sido recibida con alegría y gratitud, porque de una parte es una distinción merecida y, por otra, el motivo para recuperar la memoria de su pionera lucha feminista, que se remonta a mediados de los años sesenta, mantendrá encendida la antorcha de los derechos de las mujeres.

Irma Campos Madrigal fue abogada especialista en derecho social. En su trayectoria se incluye el pensamiento socialista y liberal, el sindicalismo, pero sobre todo el feminismo, que en Chihuahua se expresó de manera temprana con características que, vistas retrospectivamente, nos hablan de una teoría libertaria, laica, independiente, progresista y reflexionado al impulso de lecturas fundamentales y personalidades señeras de nuestro país y otras emblemáticas como Simone de Beauvoir, Rosa Luxemburgo, y las internacionalistas que desde finales del siglo XIX establecieron el 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer. Abrevó en congresos internacionales de lo más avanzado que el feminismo produjo en la transición del nuevo milenio.

Hizo suya la idea de Rosa Luxemburgo de que la libertad es siempre y únicamente para quien piensa diferente. Irma bregó durante mucho tiempo en circunstancias muy adversas para posicionar el pensamiento que profesó y tratar de convertirlo en un poder material asumido por miles y miles de mujeres. Padeció la represión, y en tiempos aciagos fue privada de sus cátedras universitarias.

Concitó el apoyo de Católicas por el Derecho a Decidir a la hora de defender la interrupción legal del embarazo, y preconizó todos los derechos para todas las mujeres, que lo mismo abarcaba temas de la salud reproductiva que la pluralidad en la integración de las familias y las acciones afirmativas en la agenda de la reforma electoral. Sus herramientas las adoptó de un derecho concebido más allá de la visión tradicionalista y claramente de raigambre patriarcal y machista y alejado de motivos de lucro egoístas.

En torno al feminicidio y a la agenda que se conoce como “Las muertas de Juárez”, jugó un papel fundamental en su conceptualización jurídica y cultural, conjuntamente con otras destacadas mujeres como María Elena Vargas Márquez y Esther Chávez Cano. Eran los tiempos en los que un conservadurismo instalado en los partidos político predominantes se preguntaban simplistamente qué tienen que hacer las mujeres en la calle a altas horas de la noche, o que se dedicaban a censurar las faldas cortas de las jóvenes.

La lucha contra el feminicidio se recrudeció durante el gobierno local de Patricio Martínez, quien amenazó y ejerció la violencia en contra del movimiento de Las Mujeres de Negro, que ha dejado huella y que se sintetiza en la instalación de la Cruz de Clavos y el libro sobre este monumento, que inspiró y se debe a su ferviente pluma.

Piedra angular de su práctica política fue plantear que la sociedad, al dar un trato injusto a las mujeres, comete una violación grave a los derechos humanos, y que oponerse a eso, como ha sostenido Martha Nussbaum, “es el primer paso para el progreso social”.

En un tiempo de exigencia de todos y cada uno de los derechos, Irma no dudó en proponer la acción como una praxis sostenida y permanente contra la indolencia y la pasividad social.

Seguro estoy de que el ejemplo de Irma está vivo y vigente y nos enorgullece que la medalla que hoy se instaura con su nombre, es la recompensa a las buenas acciones, por el simple motivo de haberlas hecho, para abrirle a las libertades y a la igualdad sustantiva las avenidas que hoy los gobernantes de todo signo bloquean con barreras de acero.