He visto el documental «La Farsa” con cierto cuidado. Me quiero referir a una de sus partes en las que interviene el magistrado Gabriel Sepúlveda Reyes, magistrado duartista de la Cuarta Sala Familiar del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Chihuahua.

Afirma Sepúlveda Reyes que en los procesos que se siguieron en los tribunales con relación de los llamados “Expedientes X” hubo jueces de consigna. Tomando esta afirmación como referencia, lo primero que salta a la vista es que este magistrado carece absolutamente de autoridad moral, porque esta es su historia:

Paisano del exgobernador hoy preso y priiista, Sepúlveda Reyes fue durante la primera etapa del duartismo diputado local al Congreso del Estado, y por tanto actuó como tapadera de la corrupción, lo que está más que demostrado. Desde esa posición aspiró a obtener la candidatura para llegar a la Presidencia Municipal de Parral, y su jefe, es decir César Duarte, inventó otra candidatura, relegándolo. Pero le pagó con la designación de secretario general del Tribunal Superior de Justicia, tratando al Poder Judicial como una simple intendencia de su cacicazgo. Eran los tiempos de que “el poder era para poder, y no para no poder”.

Sepúlveda fue, luego, elevado al cargo de magistrado en dicho tribunal, y no tan sólo. Avanzando el tiempo Duarte lo hizo presidente del mismo, colocado ahí con una magistratura que hasta este momento detenta.

Con ese historial, que es del dominio público, ahora se convierte en un actor interesado en el documental “La Farsa”. Habla de que se practicó tortura y hace cargos de mucha responsabilidad, que me hace pensar que debe renunciar a su cargo porque tiene un claro conflicto de interés.

Con actores así, claro está que el documental se baña de parcialidad y facciosidad inocultable.

Eso significa que sigue siendo un peón en el tablero de Duarte para que obtenga su libertad, y ciertamente Sepúlveda tiene derecho a pedir lo que quiera en este caso, a condición de que deje el cargo. Es más, habría que denunciarlo penalmente.

Esto es más que una utopía, porque de que es cínico, lo es.