El sacerdote Dizán Vázquez, Coordinador de la Comisión Diocesana para la Pastoral de Comunicaciones de la iglesia católica en Chihuahua, salió, por enésima ocasión, a combatir que las uniones homosexuales queden en el ámbito del Estado de Derecho, sin discriminaciones y con apego a la conciencia universal que ha ido cobrando la aceptación de los derechos humanos plenos en todo el planeta. Las prioridades que él ha adoptado distan de agendar los grandes problemas de la sociedad en aras de escudarse en una moralina que dice respetar la dignidad de los homosexuales que aspiran al matrimonio, pero que en esencia la relega con el afán probable de ganar espacios en una sociedad conservadora que a todas luces necesita abrirse, respetando primordialmente a los creyentes de las confesiones cristianas, que como es fácil comprenderlo estadísticamente, reportan el mayor número de homosexualidad que aspiran a tener los espacios jurídicos que las leyes brindan para todos.

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Pero no tan sólo postula su condena al avance de las uniones gay, sino que también se lanza contra quienes auspician el derecho a la unión, promoviendo en su contra una discriminación sancionable de acuerdo a la legislación penal del estado. Dice que los preconizadores de estas uniones confían en la pérdida de la memoria de la sociedad y que además van dando pasos tácticos, midiendo la respuesta social, con el propósito de lograr sus fines. Me pregunto: ¿quién, que haga política, no actúa de esta manera, incluidos los mismos sacerdotes y la jerarquía católica? Pero dejemos eso. La gravedad está cuando llama a las mayorías -¿dónde están?- que no se pronuncian ni hacen algo para impedirlo. ¿Acaso busca una guerra de ideologías, similar a las de religión que cobraron muchas vidas para no lograr nada?

En el fondo, Dizán Vázquez lo que quiere es que las preferencias sexuales de las personas estén al arbitrio de los otros, de las supuestas mayorías, de los convencionalismos sociales hipócritas, de la misma manera que las “mayorías” hitlerianas hicieron lo que se les dijo precisamente contra homosexuales, comunistas, liberales, socialdemócratas, católicos disidentes con el totalitarismo, gitanos y judíos. Renuente a reconocer las mejores enseñanzas del liberalismo, se convierte en el inquisidor de los homosexuales. Este liberalismo entiende la necesidad de la tolerancia y la convivencia entre los diversos credos de toda índole -particularmente en materia religiosa- y hace de la dignidad y la autonomía de las personas los pilares para orientar la propia vida sexual, que no depende de nadie más, así sea un supuesto dios que nos dijo que era pro y contra natura, como aduce el presbítero. Llevado al extremo el argumento, al final cada quien tendrá que encarar el problema de acuerdo a la confesión religiosa que practique, y en este caso al ateo le importará muy poco lo que al respecto se piense por cualquiera de los grandes de la iglesia católica.

Cuando se reclama como una necesidad elevar la mira, agendar prioridades y poner la pobreza, el abuso del poder, el modelo económico neoliberal excluyente y productor de menesterosos, el racismo, la misoginia, la depredación de la mujer, la naturaleza del poder político, las posibilidades mismas de salvar a la iglesia católica de su crisis, entre otros puntos, Dizán Vázquez parece que sólo tiene ojos para ver y condenar a quienes lo único que exigen es la posibilidad de que las leyes sancionen sus uniones para beneficios sobradamente acreditados a la luz del Derecho y de una sociedad democrática y respetuosa de hombres y mujeres.

Los mismos tiempos que ha traído el Papa Francisco, y antes que él eminentes teólogos contemporáneos, parecen no refrescar la visión de este sacerdote. Cuando uno lee la reciente Carta Encíclica Lumen fidei palpa el intento de una regeneración -táctica, por cierto- que atiende a los fundamentos y avanza hacia lo esencial. No se queda ni en las sábanas ni en las bragas. Abre la polémica citando a autores como Nietzsche, que algún día declaró la muerte de Dios; a Martin Buber, Juan Jacobo Rousseau, Dostoievski, Holbein, al poeta T. S. Elliot, del cual cita un poema interrogante: “¿Tenéis acaso necesidad de que se os diga que incluso aquellos modestos logros / que os permiten estar orgullosos de una sociedad educada / difícilmente sobrevivirán a la fe que les ha dado sentido?” Para mí esto es abrir el abanico, el debate ecuménico, el reconocimiento de los otros y cerrarle el paso a las hogueras de la historia negra de una iglesia que, a decir verdad -así me lo parece- ya nadie quiere y que de alguna manera ocupa la mente de nuestro clérigo local, máxime cuando este personaje goza de fama como progresista (por ejemplo bendijo la Cruz de Clavos contra el feminicidio), lo que me lleva a la pregunta: ¿cómo estarán los reaccionarios?

La encíclica también está dirigida a los presbíteros, no está de más recordarlo. No por ello creo que se le tenga que hacer la pieza de un pensamiento obligatorio por instrucción directa de quien manda en El Vaticano -supongo que el Papa-, pero sí al menos, inexcusablemente, punto de partida para una nueva reflexión y, si es el caso de Dizán Vázquez, adversario de las uniones homosexuales, al menos recibirla bajo la divisa spinocista: “No lamentar, no reír, no detestar, sino comprender”. Y vaya que Spinoza conocía de la Biblia y es de los grandes que en este mundo nos enseñó a no detestar a nadie. Lamentablemente su voz no ha abrazado a todos.

 

Rocío García: cuando los primeros lugares son de verdad

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Esta columna ha sido crítica de todos los artificiales primeros y segundos lugares que César Duarte ha inventado para hacer creer a la sociedad que Chihuahua es el mejor de los mundos posibles. Para no perder la dosis de objetividad que debe caracterizar a una buena crítica, reconozco que la santabarbarina Rocío García bienmerece y bienobtuvo el segundo lugar nacional en el certamen de belleza “Miss Modelo México 2014”. La joven fue galardonada recientemente y, qué duda cabe, que es una mujer que, parafraseando a un orador francés, de la que cualquier nación podría enorgullecerse. Los buenos premios y primeros lugares, para ser ciertos, necesitan ser legítimos, como en este caso. Que se cuiden Kim Kardashian y hasta Lady Gaga y Beyonce. Para que vean: cuando estas preseas no están cargadas por el duartismo, se les reconoce.

 

¡Uf!, por fin, un diario local da muestras de vida

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Y ya en esa línea, no tengo inconveniente en reconocer que un periódico de cuyo nombre aún no quiero acordarme, publicó, por fin, un buen editorial: denuncia las fallas del Vivebús e interroga de manera directa al gobierno para que responda.