
Congreso del Estado: ¡escuchen diputados!
El pasado jueves 10 de abril, un grupo de antiguos trabajadores de la histórica fundición de Ávalos, se presentó a las puertas del Congreso del Estado de Chihuahua solicitando ser recibidos para que escucharan de viva voz sus justos reclamos.
El grupo está compuesto por varones y viudas, adultos mayores con edades que promedian los 70 años. En diversos momentos entró una comisión a solicitar la audiencia con la titular de la presidencia de la legislatura, Elizabeth Guzmán, y recibieron un desaire.
El Congreso del Estado de Chihuahua, donde se supone están los representantes populares, hace mucho viene negando audiencias, y además es de puertas cerradas. El acceso está prácticamente impedido por una estrecha puerta a la que está adosada una recepción llena de guaruras que, como se sabe, ya es ordinario que hagan intocables a los supuestos legisladores.
Los extrabajadores de Ávalos, al presentarse en el Congreso, estaban –y están– conscientes de que no es de la competencia jurídica el grave caso que los afecta; sólo querían solicitar que se tramitara un punto de acuerdo para exhortar a las autoridades que sí tienen competencia, para que se busque una solución. Fue infructuosa la solicitud y los trabajadores optaron, finalmente por abandonar el lugar, dejando constancia del mal trato recibido.
Se trató de una acción no violenta y adoptando las mejores formas de urbanidad política. Aún así, no fueron recibidos.
Se autodenominan exmineros porque pertenecieron al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos, que durante un tiempo dirigió Napoleón Gómez Sada y que hoy ostenta su hijo, en una clara muestra de usurpación, porque no tiene derecho estatutario a ocupar el cargo.
¿Qué pelean estos antiguos trabajadores? Lo que quieren es que se les pague lo que les corresponde de 55 millones de dólares de los que dispuso Gómez Urrutia, mejor conocido como “Napito”, hoy diputado federal por MORENA.
A los diputados del Congreso, por igual, es decir sin importar siglas partidarias, nada les cuesta atender con dignidad a cualquiera que lo solicite. Es, si se quiere, un asunto de simple voluntad política. Pero están encerrados en su burbuja legislativa, en su impenetrable esfera de poder. Ya son clase política desligada de la sociedad.
Aún con este agravio a cuestas, este grupo seguirá insistiendo en la exigencia del pago de sus derechos, a pesar de los desdenes de los insensibles y pretenderá dialogar con la gobernadora Maru Campos.
¡Escuchen, diputados, que para eso se les paga!

