Mal inaugura la normatividad sobre participación ciudadana recientemente decretada, el gobierno de Javier Corral con el aval del Congreso del Estado. Fue una ley que esperó alrededor de 25 años para que, al menos en las formas, las figuras de participación directa pudieran abrirse camino en la siempre diferida democracia chihuahuense.

Sin embargo, bastaron unos cuantos meses para que los panistas, los del Verde y los de Movimiento Ciudadano deshonraran su palabra al dejar pasar, con precaria mayoría, los proyectos de María Eugenia Campos y Armando Cabada para iluminar las dos ciudades más importantes del estado. La comisión congresional correspondiente aprobó un dictamen que no tendrá dificultad de pasar por el Pleno de mayoría panista; esto es previsible.

El plebiscito de todas maneras va. Y va porque lo que se somete a consulta no es lo que el Congreso diga, sino la decisión de los cabildos en los proyectos mencionados. El IEE así lo ha decretado en uso de sus facultades, y todo lo que se ha dicho en cuanto a costos realmente no tiene sustento; es una tarea que, puesta en manos de los ciudadanos, prácticamente se autosustenta. 

La decisión de la comisión, que prefigura la congresional en el periodo extraordinario, sólo significa una cosa: el miedo a la democracia; miedo, además, a despertar en los ciudadanos la capacidad de decidir por sí mismos asuntos del más alto interés colectivo en la óptica, precisamente, de los ciudadanos, siempre olvidados, salvo cuando se les implora el voto porque está en juego el poder que, alcanzado, muy pronto se separa de la sociedad. 

Para los adversarios del plebiscito, la política es asunto muy importante como para dejarla en manos de los ciudadanos, así sea en un asunto en el que sólo en apariencia estaría en juego una decisión progresiva como la de tener una mejor iluminación urbana. Digo aparente porque en sí nadie se opone a ese fin, sino a los que están ocultos: el protagonismo preelectoral, los negocios de Estado, y algo sustancialmente importante: qué visión de municipio se tiene y qué prioridades hay que atender, porque en ambos aspectos cojean los proyectos. 

El plebiscito tendrá que realizarse, le disguste a la Campos Galván, a Cabada y a los enemigos de la representación directa del pueblo: los diputados que avergüenzan a la democracia y que cayeron más pronto que un cojo.