Mantengo una distante y erosionada amistad con Gustavo De la Rosa Hickerson, actual diputado ante el Congreso local de Chihuahua, en un escaño obtenido bajo las banderas de MORENA, del cual se desmarca continuamente como partido, asumiendo su no afiliación al mismo. 

Leí su reciente artículo sobre el tema de la Guardia Nacional que propone el dueto López Obrador-Durazo y me llamó la atención su actitud escéptica de último momento en un tema de agenda esencial para los derechos humanos en el que él ha mantenido una línea que hoy se confronta con la dubitación que lo aqueja. Ojalá –como le sucedió a Descartes, que reconoció que luego de dudar pensó, dándole un viraje notable a la filosofía, según lo demuestra la historia– y sólo sea una estación en el largo caminar a un destino que se llama “México sin militarización”.

Hoy dices en el artículo que no eres fundamentalista, que has aprendido que “los actos más heroicos o perversos son posibles de la misma persona y las mismas instituciones”, que te atosigan grandes dudas en este asunto y te preguntas, esencialmente, “quién mandará en la nueva corporación”. Empero, afirmas que en México, a diferencia de otros países, parece que se está haciendo un diseño inverso: las instituciones que normalmente son comandadas por civiles ahora serán comandadas por militares. 

En fin, un escepticismo parecido a aquel del legendario filósofo que nos dijo que la verdad no existe, pero que esto es dudoso. En España hay un dicho que reza: “No importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que case ratones”. Una conseja, muy distante del Estado de derecho y de eso que se llama Estado civilista con instituciones expresas y limitadas y sin arreglos constitucionales a modo y caprichosos.

Espero que el descarriado pronto se reconcilie con sus certidumbres.