Columna

La violencia en Chihuahua, según Nexos

La reciente entrega de la revista Nexos, que dirige Héctor Aguilar Camín, trae en su portada un sugestivo titular: “Cómo cambió la violencia 2014-2017”. Destaca el ensayo del especialista Eduardo Guerrero Gutiérrez, tanto por sus enfoques como por los datos estadísticos actualizados y, desde el balcón chihuahuense, lo que se registra para nuestra entidad.

Hay un hecho que marca un antes y un después: la desaparición de los 43 alumnos de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014. A decir de la revista, “la cloaca se destapó de nuevo y grupos del crimen organizado regresaron a algunos territorios y comenzaron a tener presencia en otros donde nada se sabía de ellos”.

En sí, los textos publicados pretenden descifrarnos lo que dicen las estadísticas y también lo que las mismas ocultan. Para el caso chihuahuense se puntualiza, como momento relevante, la derrota del PRI en las elecciones, y el relevo del PAN, que se ha visto marcado por un incremento de esto que se denomina “la segunda ola de violencia”, concediendo el valor de esta licencia porque probablemente aquí no estamos en una segunda vuelta de la muerte.

Como se sabe, a partir de criterios apoyados en las ciencias sociales y adoptados por organismos internacionales confiables, es una estadística que se obtiene a partir de las ejecuciones por cada cien mil habitantes. Desde luego es una buena herramienta, con toda la relatividad que pueda tener.

En esta escala, se hace un estudio de 20 zonas metropolitanas, de las cuales el único estado que reporta dos es el nuestro: Chihuahua y Ciudad Juárez. Pero también se encuentran, sin pretender mencionarlas todas, Mérida, con un estándar bajísimo; la región de la Laguna, que se ubicaría en un término medio y, dentro de las primeras cuatro, con mayor índice de criminalidad: Acapulco, en primer lugar; Tijuana, en segundo, y las ya mencionadas del territorio chihuahuense.

De sobra está decir que este informe revela gravedad para todos y más en la escala regional, si nos hacemos cargo que también existen otros focos como la regiones serranas: Madera, Cuauhtémoc, entre otras. Van algunos datos:

En Acapulco (hablamos de números relativos) hay 124.2 homicidios por cada 100 mil habitantes, se incrementó levemente en 2017 a comparación de 2011, lo que habla de una violencia endémica. Para el mismo lapso, en Tijuana creció de 15.1 en 2011 a 58.7 en 2017; en la ciudad de Chihuahua decreció de 60.5 a 49.0, y Juárez también decreció de 111.8 a 34.4. Al observar estas cifras no perdamos de vista que se está tomando como referencia el índice más alto registrado en la última década. Además, en números absolutos, entre ambos años Acapulco y Ciudad Juárez han rebasado las 100 ejecuciones por cada 100 mil habitantes; también las zonas metropolitanas de Acapulco y Chihuahua son las únicas que registraron más de 40 ejecuciones por cada 100 mil habitantes en ambos años.

No tengo mayor pretensión que mostrar las líneas de investigación de los autores de Nexos, a fin de difundir datos sustentados, no las muy recurrentes especulaciones que corren en esta materia.

Para entender este fenómeno, en su correlación política, faltan estudios que permitan ver la posible simetría que existe en una región cuando pierde un partido y se instala otro, como sucedió en Chihuahua, donde hasta se ha llegado a suponer que parte de la criminalidad actual es producto de una orquestación de los que se fueron, para desestabilizar a los que llegaron.

No se trata de pelear en lo más mínimo con la verdad, con la certidumbre, pero hagámonos cargo de que si estas son las cifras cuando la marea se tornó alta, cómo se pondrá a la hora de un nuevo cambio en la república como el que viene y se advierte de manera clara, si vemos a los priístas empacando sus maletas o ya de plano colocándolas en las bandas de los aeropuertos. Desde luego que hablo de bandas mecánicas.