Dejando atrás herencias y legados de entreguismo, Hortensia Aragón se fue, por fin, de su cargo de diputada local en el Congreso de Chihuahua. Violando la Constitución, tardíamente opta por el cargo de diputada federal que hoy tiene. Nadie puede pensar, seriamente, que al separarse de manera definitiva del primero de los puestos, lo hace por acatamiento de una ley o simplemente en una acción razonable. Quien vive de la corrupción política y adora el dinero que se extrae de la misma, emprende estas acciones cuando ya no le queda de otra o cuando ya obtuvo los suficientes réditos y se dirige a nuevas fuentes de metálico.

Pero no sólo, los saldos que deja –debidamente remunerados por César Duarte– es un PRD absolutamente destruido y deshonrado, convertido en una empresa familiar que ya supera el récord de la estirpe fundada por Rubén Aguilar Jiménez. El PRD es hoy en Chihuahua simplemente una empresa familiar con cargo al presupuesto del estado. Ahí impera el cinismo y el más burdo cacicazgo que desmienten algún compromiso con la esencia de la revolución democrática que le dio cuerpo a los más brillantes momentos del partido que surgió para ser un instrumento de la ciudadanía y terminó en la palanca de los negocios de las famosas tribus que lo azuelan. Así terminan no pocos de los que abrevaron del Partido Comunista. El presupuesto que entregan indirectamente los ciudadanos para el financiamiento partidario, sirve hoy para mantener una camarilla de parásitos, con ramificaciones familiares cínicas e inocultables.

En lo partidario, su papel pasó a lo que podemos llamar el sicariato político. La candidatura de Jaime Beltrán del Río a la gubernatura del estado habla muy claro al respecto. Se trata de una maniobra urdida por César Duarte, su cómplice Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán, para patrocinar la continuidad del duartismo en la persona de Enrique Serrano. Fue una maniobra tan burda que se parece, porque se le notan las costuras hasta de siete leguas de distancia, a los monstruos del pésimo cine mexicano. La diputada tramposa ya empieza a poner distancia, y no le extrañe a nadie que regrese después a decirnos que ella, en esto, nada tuvo qué ver. Inútil es recordarle a los perredistas que tengan memoria; ahí ya no hay izquierda que la requiera ni Agustín Basave que se quiera hacer cargo de ella.