Columna

Seguridad, sólo en Marulandia

¡Qué digo quizás!, estoy cierto que desde Dubái la seguridad de Chihuahua se ve digna de una premiación como la que recibió Gilberto Loya, el secretario de Seguridad Pública del Estado de Chihuahua.

El fin de semana que concluyó reporta 20 homicidios, según informes oficiales. Y ya van tres al hilo. Al momento de escribir esta columna está reunida la mesa de seguridad que lunes a lunes se celebra en el Palacio de Gobierno. Se publicita mucho, pero en realidad no sale nada de ahí. Se congregan Ejército, Guardia Nacional –que son una y la misma cosa–, Policía Estatal y los principales funcionarios, tales como la gobernadora Maru Campos y el fiscal general del estado, César Jáuregui Moreno.

Mucho ruido y pocas nueces. Y no se diga páginas pagadas a los principales diarios que prácticamente deben su existencia al apoyo con recursos fiscales que la manirrota gobernadora les otorga. Y la agenda pública está marcada por la narrativa oficial con la creación de los dos monstruos del momento: Duarte-Corral, politicastros despreciados por la ciudadanía en todo el estado.

Cuando se habla de la inseguridad reinante se tiende a considerar el homicidio como lo más grave, emblemático, y las razones para esto son obvias, porque involucra la vida de personas que quedan en el anonimato porque ya nadie sabe ni sus nombres.

Y cuando se procesan los datos de esa manera, unilateral a final de cuentas, tendemos a olvidar los otros delitos que sufrimos todos en la vida cotidiana, como la extorsión, el robo, la violación y delitos sexuales conexos, la evidencia criminal de las fosas clandestinas que es frecuente que aparezcan dando cuenta de una escalofriante inseguridad.

Hay desaparición y trata de personas. La lista se podría agrandar, pero baste señalar que todos esos delitos fluctúan en las bandas estadísticas oficiales: a veces suben, a veces bajan los números, pero sea en uno y otro caso, lo que se entiende es que hay una manipulación de las cifras para beneficio de la imagen de los gobernantes. Y eso también es un crimen.

No se puede presumir, como es frecuente que lo hagan, que este mes no fueron equis muertos, y al siguiente le restemos dos o tres decesos violentos y decir que se va progresando con el abatamiento de este tipo de delitos. Conducirse así es una perversidad extrema.

Por otro lado está la política del ping-pong: el gobierno estatal responsabiliza al federal por no hacerse cargo de sus obligaciones públicas; y el federal hace lo mismo con relación a los estados, y en ocasiones estos discursos se pintan con los colores de los partidos. Se dice Guanajuato es azul, al igual que Chihuahua, y no catalogan ni a los guindas ni tricolores. Otra muestra de perversidad a costo del dolor humano y en detrimento de reconocer la verdad para que la sociedad esté informada de lo que acontece y tengan posibilidad de tomar sus decisiones de todo tipo.

En medio de esta violencia desbordada se da la elección judicial, ofreciendo que con la misma finalmente habrá justicia para todos, lo que es una soberana mentira, más si nos hacemos cargo de que altos funcionarios del estado de Chihuahua, por lo que se refiere a la entidad, seguros están de que se van a apoderar del Poder Judicial estatal desde la base hasta la cima, logrando un control absoluto como no lo tuvo ningún gobierno anterior.

La inseguridad pública en Chihuahua debiera ser motivo para deponer al gobierno actual, porque no ha hecho la tarea ni le interesa hacerla. En su ámbito desea estar bien con los empresarios, que de suyo tienen recursos para vivir en un su burbuja y además cuentan con su propio aparato de medición, que es FICOSEC, que con recursos públicos se favorece para que realice acciones de estado que no le competen, integrando un séquito de privilegiados y parásitos.

Pero vea usted que el secretario Loya va a presumir a los desiertos del Golfo Pérsico que aquí estamos y estamos muy bien, gracias a su personita, que vela por una tierra prodigiosa en Marulandia.