Finalmente Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch dieron a conocer la Estrategia Nacional sobre Seguridad. La consigna de abrazos y no balazos parece que ya no forma parte de los argumentos para proclamar que es un honor estar con el tabasqueño que ha poco dejó la presidencia.
Es importante en estos tiempos de balance recordar que hasta ahora cuatro sexenios presidenciales se pueden agrupar bajo el rubro del fracaso, si a las cifras de homicidios dolosos nos atenemos, el crecimiento exponencial de la violencia y el fracaso de cuantos planes se han propuesto sin lograr metas tangibles. De la existencia y crecimiento del crimen organizado ni qué hablar, nada de lo hecho hasta ahora atisba a una conclusión de fondo y mucho menos que a la vuelta de la esquina se encuentre la anhelada paz para todos los mexicanos.
Los gobernantes que hacen público sus estrategias y planes para realizar sus empresas, es lógico que se guarden información para que la eficacia frente al adversario a vencer alcance metas. En este caso se presume transparencia aunque no la haya. Uno de los problemas está en la red de complicidades e intereses que permea la inseguridad y que hace imposible un mando eficaz único y seguro, que ni por asomo podemos pensar que existe en este caso. La porosidad informativa del Ejército y las policías de todos los niveles es proverbial en México y fuente de una corrupción e impunidad que parece imbatible.
Aun así se ha presentado un proyecto que se cataloga de estratégico y dudo mucho que realmente lo sea sin que se llegue a caer en el barranco por donde se precipitó el odiado Calderón, que sigue siendo la némesis de la Cuarta Transformación.
Se dice y no podría ser de otra manera, que se van a combatir las causas que han generado la violencia endémica del país. Lo que no se dice es el cómo lo van a hacer, medir y evaluar porque al final de cuentas es una declaración eminentemente retórica. Que por otra parte vayan a fortalecer a la Guardia Nacional no se ve como aliciente, pues si bien se militarizó a plenitud por consigna en estos días, ya estaba de facto dentro de las fuerzas armadas y más arriba no hay nada que opere como un elíxir de fortificación.
Ahora, al inicio de este gobierno se habla de que se apostará por la inteligencia que se asocia al concepto de estrategia y cuando se emplea esa palabra debemos hacernos cargo que es un concepto importado por los políticos de los tratados precisamente de la guerra. Y cuando digo guerra me refiero a que de un lado están bandas bien organizadas con gran capacidad de fuego e instaladas en grandes regiones del país y del otro quienes quieren abatirlo empeñando en la tarea la militarización de todo el país colocando al Ejército y demás fuerzas armadas al frente del combate, en demérito de los brazos civiles del Estado.
Dicen los apologistas del gobierno que inicia que las políticas se van a diseñar en secretarías como la de Gobernación, que ha venido a menos o en la Secretaría de Seguridad de Omar García Harfuch que dicho sea de paso nació en pañales verde olivo y sus orígenes están en la sierra Autlán por más datos. Nos venden el carisma del funcionario, pero realmente eso no sirve de nada y que tiene una experiencia en la Ciudad de México dice algo, pero la república es muy grande y las nuevas regiones envueltas en fuego que dejó López Obrador son muchas.
Cuando escucho la palabra estrategia entiendo que se trata del trazo de un proyecto para conquistar objetivos de largo plazo, siempre acompañados de una táctica que va modulando en pequeña escala el logro de esas metas. En el arte de la guerra es ganar la guerra y en el de la política pacificar un país tan dividido como México. Sheinbaum y Harfuch quieren demostrar con casos judicializados lo que se vaya logrando con su estrategia, sin decirnos qué cambios debe haber en la Fiscalía General de la República, cómo se revertebraría el ministerio público para procesar miles y miles de expedientes validos y apegados a los derechos humanos, a la hora en la que el Poder Judicial de la Federación estará desecho.
En ese orden de ideas considero hasta atrevido preguntar que pasará con el lavado de dinero, los delitos de cuello blanco, el lavado de dinero que corre a ciencia y paciencia por los circuitos de la banca instalada en México, qué hay con el tráfico de armas que entra por nuestras fronteras y los problemas cruciales y sin respuesta: cómo encarar el aspecto internacional del problema cuando la política exterior importa poco y, en el caso específico, qué respuesta hay a la legalización del consumo de la droga y el consecuente problema de salud pública.
Es una estrategia trunca por lo que se conoce de su exposición pública, quizás tengan guardados unos ases debajo de la manga, pero ¡ah! cómo lo dudo.