Columna

Adriana Terrazas ya se va; ¿caerá parada?

La diputada Adriana Terrazas concluirá en unos días más su encargo como presidenta de la Legislatura local. Es importante recordar que llegó a ese puesto autopromovida con el apoyo de palacio (léase, gobierno panista de Maru Campos) y no con la anuencia de la bancada morenista, a cuyo partido arribó como han hecho muchos priistas y algunos panistas.

Maru Campos quería cumplir el capricho, en primero o segundo término, de que con Terrazas se completara una trilogía de mujeres ostentando los tres poderes en el estado de Chihuahua: ella en el Ejecutivo, la expriista en el Legislativo, y la duartista Myriam Hernández en el Judicial. Y luego tomarse la foto.

Fue una necesidad cuyas intenciones estratégicas serias –si las hubo– ya fenecieron. Hoy tenemos un poder Ejecutivo a la deriva, “aburrido” dicen ahora los más jóvenes, y un Congreso local que lo único que quiere es que se acabe el año para irse nuevamente de vacaciones, y un Poder Judicial en espera de qué le dictará la encargada del primero sobre el ya muy sobado, pero importante, caso Duarte.

Es sabido que Cruz Pérez Cuéllar intervino, al menos verbalmente, para que Terrazas
formara parte de la terna morenista, que aspiraba en su momento a ser la presidenta de la Mesa Directiva del Congreso del Estado. El conflicto que se generó al interior de la bancada, hizo mutis en el caso del súperdelegado Juan Carlos Loera De la Rosa, de quien se dice, acogió a Terrazas en el seno de MORENA.

Juarenses los tres, han dado una lección de puros despropósitos sobre las condiciones en las que se maneja ese partido en la entidad.

No se sabe bien a bien qué destino tendrá el futuro político de Adriana Terrazas. Pero como han demostrado sus acciones, lo más probable es que tenga negociada alguna placita en MORENA, ya ve usted que ahí todo mundo es purificado como divisa para ingresar. Pero personajes como Adriana Terrazas, priista de corazón, no van ahí nada más a echar porras, siempre van por algún cargo que ostentar. Es, como se dice en el argot político, de las que siempre caen paradas.