A medida que pasa el tiempo y se escuchan testimonios, pero sobre todo críticas de expertos, La golondrina y su príncipe se va decantando con dos notas que la caracterizan: una mala puesta en escena y un hecho de corrupción política indiscutible.
Dos críticos han hecho públicas sus opiniones. Se puede o no coincidir con sus apreciaciones, pero hay que reconocer que conocen de lo que hablan, y sus argumentos, por otra parte, no están marcados por ningún partidarismo o interés que tenga que ver con el trabajo cultural y sus estándares, que van más allá de los tumultos, la simple visión de circo y divertimento, y particularmente las versiones oficiales que nos presentaron la obra como de “clase mundial” y “nunca antes vista”.
Al propalar esto, tanto Maru Campos como su ariete en el municipio, Marco Bonilla, quedaron como simples merolicos, si examinamos sus opiniones a partir de las detalladas argumentaciones de conocedores, entre los cuales han brillado las de Carlos Urquidi y Manuel Castillo, de quienes proporcionamos sus respectivos links: Manuel Castillo – Carlos Urquidi
Con el tiempo, opiniones de esta calidad contribuirán a hacernos un juicio más certero en el plano político, pero, por lo pronto, quiero decir que este par (Alberto y Federico) me recordaron esa canción que dice: “Estos eran dos amigos que venían de Mapimí”, que por no venirse de oquis…