Leí con mucho interés un artículo de Jaime Sepúlveda y Carlos Del Río, ambos expertos en medicina pública y en instituciones dedicadas a la salud y la epidemiología. Se trata de un artículo denominado “Otro invierno difícil”, que apareció la semana pasada en Reforma.

Mi interés creció por estar México, y Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos, lo que nos conectaría con un severo problema que allá existe y que muy probablemente entre al país en breve tiempo.

Se trata de la propagación de tres virus respiratorios que azotan prácticamente a todo el mundo. En primer lugar el de la cepa de la influenza H3N2 que afecta a los adultos mayores y para la cual hay vacuna que ofrece un 50 por ciento de protección contra la hospitalización. Es un problema con alternativa de solución.

En igual sentido está el combate al Covid-19, para la que se han experimentado varias alternativas, e incluso fármacos que ya fueron autorizados por la COFEPRIS, aunque el abasto del mercado es deficiente y probablemente costoso, sobre todo para la población más vulnerable económicamente.

En realidad, lo que más me preocupó de la lectura del texto es lo referente al virus sincicial respiratorio, un bicho reconocido desde hace tiempo, pero para el cual no existen tratamientos específicos. A decir de los autores, hay vacunas en desarrollo con resultados promisorios, pero a final de cuentas, en el hoy por hoy, no hay algo eficaz.

La preocupación surge porque este virus (VSR) está teniendo un auge muy fuerte en los Estados Unidos con 60 a 120 mil hospitalizaciones anuales, y de 6 a 10 mil muertes que afectan esencialmente a personas en edad avanzada.

Estando México tan cerca de los Estados Unidos, y a la vista de un invierno que se dice será “crudo”, no se descarta que las neumonías se pongan a la orden del día en ciudades como Juárez, Tijuana, Nuevo Laredo y otras de gran flujo de personas. Esto podría agravarse por la presencia, no resuelta conforme a derechos humanos, de los muchos migrantes que buscan cruzar a aquel país, provenientes de variadas partes del mundo pero principalmente de Centroamérica y el Caribe, que al estar en muy precarias condiciones, sin vivienda y alimentación, se pueden convertir en foco de propagación.

Como se sabe, los esfuerzos que se hacen en nuestro país son deficientes, agravados por las agresiones de la Patrulla Fronteriza norteamericana, por lo que hay que estar muy pendientes, además, de que no se extiendan actitudes discriminatorias y prejuicios raciales.

En la frontera, por tanto, se deben extender medidas preventivas especiales para crear una barrera contra el VSR.

Los autores del artículo referido, recomiendan que lo primero que hay qué hacer es educar en torno a estas enfermedades y mantener información veraz, oportuna y suficiente, y no bajar la guardia.

Me gustó el remate del texto: “Por cierto, como especialistas en salud pública, nosotros sí vacunamos a nuestros nietos”.