En medio del confeti que ya se vierte sobre una Maru Campos presidenciable, lo ideal para estos casos sería que la gobernadora duartista de Chihuahua dijera de una vez por todas, claramente, si desea ser candidata en 2024, porque todos sus actos de gobierno, así sea con toda la trivialidad que le caracteriza, revelan a una política en campaña.

Ella sabe que adelantarse puede representar un arma de doble filo: por un lado, tiene la ventaja del timón y, sobre todo, el control del dinero público para hacerse promoción sin gastar de su bolsillo; tiene además las conexiones y las puertas abiertas de casi cualquier instancia. Pero, por otra parte, una decisión de ese tamaño tiene implicaciones de tipo legal y de estrategia política, porque tendría un tiempo específico para renunciar a su cargo, a la vez que desactivaría la maraña de promesas que desde su investidura actual anda repartiendo a diestra y siniestra.

Lo mismo acude a una asamblea ganadera en Tamaulipas (¿?) que anuncia, con señas inequívocas de relumbrón, un “nuevo modelo” de seguridad pública, junto con la construcción de una torre de veinte pisos en Ciudad Juárez para esa finalidad, una obra que, a todas luces, contrasta con su propio dicho de hace unos meses, cuando asumió el cargo, en el sentido de que el estado está quebrado por culpa de su antecesor, Javier Corral. Una afirmación en la que procuró no involucrar a su mentor-financiador a través de la llamada “nómina secreta”, César Duarte Jáquez.

Ya vimos cómo, durante su periodo como alcaldesa, ese mismo programa de seguridad, pero con otro nombre, “Escudo Chihuahua”, fue un fracaso debido a una porosidad que en realidad no contuvo a la delincuencia, salvo en las páginas de los medios que ella ha logrado cooptar. Los mismos policías se han encargado de denunciar públicamente esa situación, junto a la queja de maltratos a que los sometía el que hoy es secretario de Seguridad Pública, pero que no quería serlo, Gilberto Loya Chávez.

Las anticipaciones de este tipo ya no son una novedad en nuestro país y mucho menos en nuestra entidad federativa. Al servicio de ese modelo anticipatorio están columnistas, voceros institucionales, rumorólogos a sueldo –o en espera de uno– y agencias encuestadoras y hasta los espontáneos de última hora que perseveran por alguna tajada del pastel. De algún lado del erario ha de salir el pago para difundir encuestas a modo mientras la gobernadora, al igual que su preceptor Duarte, se dedica a viajar, viajar y viajar.

De aquellas falsas giras de trabajo a China y París ya nada se supo, pero el “vulgar ladrón” retornó con cabello nuevo para cubrir su calva seguramente congénita. Maru Campos, para que se sepa de su internacionalismo y de que fue egresada de una escuela norteamericana, acude a su vez, cada que puede –y vaya que ahora puede mucho– a su alma mater con cierto aire de cosmopolita; pero no es capaz de resarcir siquiera, porque tal vez le parece una nimiedad, los baches en las calles de la ciudad capital, que se multiplican generosamente como los panes del mito bíblico.

Los más cercanos colaboradores de María Eugenia Campos ya, desde ahora, se soban las manos para la sucesión. En ese juego avieso es notoria la presencia del diputado local, Mario Vázquez, a quien ya se le “placea” de manera pertinaz, sea con corbata o con sombrero, dada su raigambre ranchera que embona perfectamente en los actos a los que la gobernadora ha acudido últimamente.

Esa forma de gobernar ya está muy gastada, es un cuento muy visto y, si se quiere, muy acartonado. Puede funcionar para el círculo que espera asaltar el poder de la mano de la panista ultraconservadora, pero no para el votante promedio que, aunque se le acusa de desmemoria, difícil será que vote por una alianza tripartita que podría encabezar el pripanperredismo porque, precisamente, ninguno de estos partidos ha experimentado reconversión alguna que tenga la mínima credibilidad, ni en orientación ni en propósitos. Ahí se mece la cuna de una oposición virulenta que se dice oposición por el simple hecho de estar del otro lado de la banqueta del régimen gobernante actual, pero que no marcan una diferencia sustancial con el pasado, ni en proyectos ni en intenciones.

En ese sentido habremos muchos que seguramente nos quedaremos viendo, desde las barreras, cómo se hostiliza al país en pos de un cargo, de una necedad narcisista por arribar a un puesto de trascendencia, pero deshonrado desde el origen mismo de la disputa, como ha ocurrido una y otra vez en el estado y el país.

Que Maru diga si quiere ser candidata o no puede ser de poca importancia para muchos, pero para las y los chihuahuenses sería muy saludable que fuera más clara al respecto porque así sabremos la talla de quien gobierna hoy nuestro territorio, aunque eso es algo que el eco de los tiempos recientes se ha encargado tercamente de reverberarnos: la gobernadora de Chihuahua tiene nexos indisolubles con el duartismo, compromisos con la élite económica y vínculos casi místicos con la ultraderecha chihuahuense.

Eso explica, por ejemplo, la presentación del libro más reciente del exdirector de El Heraldo, Javier Contreras Orozco –que fue casi un homenaje– en el Palacio de Gobierno, con la presencia de los tres poderes y de sus cómplices, como la gobernadora, de la nómina secreta duartista.