Como actora política Maru Campos ha recurrido a dos tácticas ya trilladas, pero no por ello ineficaces, cuando se tiene el control absoluto de los medios.

No son las únicas que reseñaré, pero la primera es salir de escena (esconderse) y la otra es autoprodigarse la piedad en su favor.

Empezaré por esa última: en un momento electoral recorría las calles con una férula que hacía suponer una fractura en una de sus piernas y además la imagen complementada con una muleta para sostenerse.

Era candidata, pero no solo, sino una candidata que apelaba al sacrificio frente a los ciudadanos para implorar el voto. Médicamente ignoro si haya tenido o una algún percance, lo que sí es cierto es que lo utilizó para que se apiadaran de ella y cosechar una cantidad de votos adicionales.

Otro evento similar ocurrió durante el complejo procesamiento por su pertenencia a la nómina secreta del duartismo, que la manchó en la etapa preelectoral, durante la cual se le vinculó a una causa penal de la que luego se salvó ya siendo gobernadora electa.

En ese momento quiso crear un halo en su favor por violencia de género e incluso se involucró el término “misoginia” para explicar la contradicción de la actual gobernadora con su compañero de partido, hasta ahora, Javier Corral. La piedad se quiso provocar, como un mecanismo claro de utilitarismo político.

En cuanto a la otra táctica, cuando se presenta un momento de crisis, o crítico, sale de escena. Se esconde para poner distancia de la circunstancia y, eventualmente, hacer control de daños, si el caso lo amerita. Así sucedió en un momento crítico en el que se implicó en uno de los muchos aspectos de la corrupción duartista a Jaime Ramón Herrera Corral, su amigo.

El pasado fin de semana en que la violencia afloró en Ciudad Juárez, donde murieron seis personas y que marcó una ola mayor con cuatro decapitados en Chihuahua, muertos por ejecución en otras localidades, y además el incendio de bosques en la sierra, se declaró como víctima de influenza y salió de escena prácticamente en calidad de quien huye de los problemas que requieren su atención por deber público, salvaguardando su imagen y anteponiéndola a sus deberes y compromisos con la seguridad.

Estas “vacaciones” se han reiterado sin explicación convincente alguna. Cabe la pregunta de si la seguridad deseada va a llegar luego de que se construya la torre de veinte pisos, o simplemente crezca la militarización en Chihuahua. Porque hay qué decirlo: cuando Maru reposaba su “enfermedad”, por las calles de Chihuahua llegó un convoy con 400 soldados, ya no de la Guardia Nacional, sino de la SEDENA (que para el caso es lo mismo).