Columna

AMLO: no somos iguales, pero apláudanme mucho

Hoy se cumplen 3 años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; su declive ya inició. Su “marcha de la locura” la alentó con su precipitada apertura de la sucesión presidencial en 2024. Él ya tiene candidata, la ruptura en el bloque que representa es previsible.

Los años que vienen estarán marcados por una pugnacidad enorme con la que se disputará el poder en 2024. Todos los intereses empiezan a levantarse. El proyecto de democracia social hoy sigue nublado, pero no necesariamente ausente. Hay que levantarlo y resistir.

La bipolaridad de Andrés Manuel López Obrador está llevando al país a un callejón de muy difícil salida. Militarización, inflación, autoritarismo, frivolidad en el manejo y conducción de una pandemia que amenaza a la vuelta de la esquina, conforman un coctel muy difícil de sortear cuando se gobierna con el hígado.

Pero no sólo con ese denostado órgano, que por lo demás es fundamental cuando sirve de laboratorio vital, sino también con el aplauso y al acarreo.

Al tirano le estorba la Constitución y se apoya en una historia hecha como traje a la medida para el engaño; quiere gobernar desde la plaza, con la muchedumbre aplaudiendo como foca. A eso se le llama oclocracia, pero sobre todo, los mexicanos la denominamos demagogia.

Vienen tiempos difíciles. Todo está nublado, diría Octavio Paz.