Columna

La embriaguez de la muchedumbre y la destrucción de las instituciones

Una cosa es llenar el Zócalo de la Ciudad de México contra el poder autoritario, y otra cosa es llenarlo desde el poder autoritario.

Hay un engaño superlativo: pensar que se está rindiendo un informe, cuando lo que se está haciendo es un mitin. En el mitin sólo cobra importancia el que tiene el micrófono en la mano, los demás son multitud, son entusiasmados partidarios, fanáticos, simpatizantes sinceros, lo que se quiera, menos interlocutores que puedan someter a balance real el devenir de la república.

Ahí sólo estuvo la voz del poder, haciendo la apología del poder, mostrando músculo, ciertamente, realizando lo indebido conforme a la Constitución, como es placear a la candidata del continuismo y mintiendo a diestra y siniestra.

Aquí en Chihuahua el periodismo a sueldo habla en torno a si la gobernadora fue o no al Zócalo. En cualquiera de las opciones, eso vale un comino. Los sedientos de poder hacen lo que las reglas elementales de la hipocresía recomiendan.

Pero eso no va a cambiar si no se decide un gran compromiso histórico con la democracia y la equidad.