Columna

Sin prevención, Chihuahua arde y crece la desertificación

Los gobiernos de signo autoritario, frecuentemente llamados “populistas”, son contrarios a los criterios científicos. Los toman con desdén y mundialmente se advierte que lo mismo son opuestos a los procesos de vacunación que adversarios del cambio climático, alérgicos al patrocinio de la educación pública y subsidios estratégicos a las universidades.

En las últimas horas, en un extremo de estas circunstancias, China detonó una bomba de hidrógeno con reacciones químicas devastadoras, como anticipo de una guerra no declarada contra la humanidad.

Los grandes defensores de la Ilustración es cierto que tienen un optimismo desbordado y piensan que todo problema tiene una puntual solución. De alguna manera unos y otros piensan que estamos en el mejor de los mundos posibles.

Lo dicho es un telón de fondo para referirme a fenómenos que están afectando la vida local de Chihuahua, pero que obviamente trascienden a otro nivel de mayor riesgo.

Se habla de la crisis hídrica que ya nos alcanzó, del bajo nivel de las presas, de la necesidad de tecnificar el uso del agua, de la indispensable rotación de los cultivos y plantaciones y del galopante proceso de desertificación que afecta esta región del país, a saber ubicada en los paralelos de los grandes desiertos del planeta.

Se habla de todo esto pero con un déficit en dos temas importantes, al menos: en primer lugar, la historia de porqué pasan estas cosas y de un modelo económico capitalista que se desentendió del impacto ecológico por la sobreexplotación de acuíferos y bosques. En este plano de la historia vemos que unos cuantos oligarcas se beneficiaron hasta ahora con fortunas enormes, dejando atrás ruinas que impactan el comportamiento climático.

Se tiende a ver en esto una especie de fenómeno de la naturaleza caprichosa, pero no se tocan para nada a los culpables, a los responsables de que esto suceda por la devastación del medio ambiente.

A esto se suma el segundo aspecto, que actualmente se puede considerar que era previsible que los bosques de Chihuahua empezaran a quemarse por la ausencia de lluvias, pero los encargados gubernamentales de prever medidas están ausentes y actúan de manera contingente, ya cuando las calamidades se han presentado.

En los medios se habla el día de hoy de que hay incendios forestales en los municipios de Guerrero, Morelos, Bocoyna, Balleza, Batopilas, Guachochi, Guadalupe y Calvo y Guazapares, y de cómo los brigadistas y voluntarios tratan de sofocarlos pero con muy pocos recursos del estado, que no se anticipó a que indefectiblemente esos incendios se presentarían. Los brigadistas arriesgan su salud y vidas, han dicho, por amor al bosque, pero ese ejemplo no redunda en una motivación para que la federación y el estado se pongan a nivel de la crisis, que significa la depredación de los bosques y el impacto futuro que tenga sobre la contingencia hídrica.

En otro orden de ideas, tenemos encima problemas de salud sumamente graves en enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, alergias y, también por falta de previsión, la reciente epidemia de sarampión, enfermedad que ya se había superado pero que se desatendió por los gobiernos actual y anterior.

Son muchos los problemas de esta naturaleza cuya atención no se previene ni se prioriza, y en parte tanto los que se ostentan de izquierda como de derechas, no tienen en sus agendas prevenir y remediar con oportunidad.