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Sheinbaum acepta contrapesos… sólo en Estados Unidos

En el tema de las remesas no hay buenas noticias para México. Datos recientes nos dicen que han disminuido sensiblemente en 12 por ciento, lo que repercutirá en la economía nacional y golpeará a sectores populares que encuentran en dichos envíos un alivio que el país no les da, por más que el gobierno presuma el crecimiento de este mecanismo, ahora lesionado por el impuesto trumpista.

La presidenta Sheinbaum se ha mostrado ambivalente en este tema. De entrada no ha tenido la capacidad para nombrar a un embajador profesional de nuestro país en Washington, y continúa en el cargo Esteban Moctezuma, salido de las entrañas del PRI (fue secretario de Gobernación con Zedillo, al que tanto odia hoy la Cuatroté) y de los negocios del ultraderechista y neoliberal Ricardo Salinas Pliego. Cómo andarás las cosas que hasta un duartista tiene cabida en el cuerpo diplomático, como Ramón Flores.

La presidenta ha dicho, sin configurar a detalle la propuesta, que se movilizará contra el impuesto a las remesas. Esto puede entenderse como llenar el Zócalo de la Ciudad de México varias veces sin que Washington se inmute; o que organice a los mexicanos allende la frontera para que se conviertan en insurgentes extraterritoriales de la medida fiscal, o lo que sea.

Empero, se ha hecho un discreto pronunciamiento que merece una atención especial. Según fuentes nacionales e internacionales, México estaría recurriendo a un cabildeo en el propio Senado norteamericano, dominado por los republicanos, para pedir la revocación de la iniciativa o degradarla a una tasa inferior del 3.5 por ciento que fijó esa instancia hace un par de semanas. Se ha sobreentendido que la reducción se debe a ese cabildeo, lo que sería, de todas maneras, lesivo en territorio mexicano, como se está viendo con esa caída del 12 por ciento a que se hace mención.

En una declaración a la que no se la ha dado mucha importancia, la presidenta Sheinbaum habló de la conformación de un equipo para combatir jurídicamente en los propios Estados Unidos la medida fiscal. ¿Qué posibilidades tiene esto? Es incierto, dada las periodicidades que tienen las propias leyes fiscales y la legitimación del gobierno mexicano para iniciar juicios que pudieran redundar en una revocación de la carga fiscal propuesta por Trump.

Sin embargo, cabe aquí una reflexión sobre la ambivalencia referida. Lo que la presidenta ha insinuado o propuesto es que en Estados Unidos sí funcionen las instituciones y los contrapesos al presidente, intentándolo desde el Congreso mismo y eventualmente ante alguna autoridad jurisdiccional que pudiera suspender dichos impuestos.

Con esto quiero decir que se da una incoherencia en el discurso presidencial porque más allá del Río Bravo se postulan los contrapesos al gran poder imperial de Trump, que gobierna a punta de decretos, pero acá en México esos contrapesos se ven con desprecio y hasta se aniquilan. Allá un juez puede frenar al presidente con apego en las leyes; acá, eso se detesta y hasta se acusa y persigue al juez.

Esto es más que un contrasentido, es un esquizofrenia política, una dualidad de personalidades que apuesta por el derecho de aquel lado de la frontera y aquí se menoscaba, como consecuencia de haber “mandado al diablo a las instituciones”.

El modelo de la Constitución mexicana, tanto de 1857 como la de 1917, ya desfigurado a estas alturas, es el de Constitución norteamericana con tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el de una república en la que balanzas y contrapesos están presentes. No es que los mexicanos hayamos copiado simple y llanamente aquel modelo, como bien lo han demostrado los constitucionalistas, especialmente el historiador Daniel Cosío Villegas. Aquí esas ideas florecieron porque México era el país de los agravios permanentes que sólo podía remediarse en base a que el poder controla al poder.

Pero ya vemos lo que aquí sucede: el poder presidencial queriendo apoderarse de todo, como si fuéramos una monarquía, así fuera sexenal.

En México se intentó una transición democrática que naufragó obedeciendo al pentagrama de los acordeones.