Aprovechando el 20 de noviembre, fecha que el civil Francisco I. Madero utilizó para llamar a una insurrección armada, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum anunció la promoción de un grupo de generales a altos mandos de la milicia nacional. También se beneficiaron algunos en la Fuerza Aérea.

Siguen siendo la élite de la Cuatroté a la que no alcanza el espíritu democrático y electorero que se dispuso para el Poder Judicial de la Federación y los estados. En esto no se consulta ni a la tropa ni a los mandos medios para que voten por quienes van a ejercer la jefatura. Se decretan verticalmente desde arriba, y todo mundo a obedecer.

Lo que más llama la atención es que el fuero militar no haya desaparecido y que todo el aparato judicial de que goza el Ejército también sea electo autoritariamente desde la cima del poder.

El Ejército tiene su propia corte, sus propios jueces, y juzga y sentencia de manera que nadie sabe lo que ahí sucede.

Y es que la democracia no da para tanto.