No sé ante quién posó, mucho menos en qué estudio, César Duarte, para que se pintara su cuadro que se colgará para la posteridad en el Salón Gobernadores del Palacio de Gobierno. No lo sé ni me interesa, pero a leguas se nota que se equivocó de pintor, porque en lugar de recurrir a un tenebrista buscó a un experto en Photoshop. Y cuando digo tenebrista no me refiero a sus tenebras, por las que será recordado como aquel que vertebró infinidad de tenebras de mala nota y a las que coloquialmente se les conoce como “grilla”. Sea como fuere, la pieza pictórica ya es resguardada por Mario Trevizo en calidad no tanto de custodio sino de curador de una especie de museo, en gran parte del horror, si hacemos el recuento de quienes han gobernado estas tierras, ciertamente en las que hay políticos de excepción para bien.

Photoshop al óleo.
Photoshop al óleo.

Si fuese tenebrista el cuadro, reinarían soberanos los oscuros propios de la tiniebla, no tanto la refulgente luz que ahora como un sol ilumina el rostro del cacique en desgracia. Que luce, no del natural, con características que en la realidad no tiene: una sonrisa agradable, a contrapelo de la burlesca que lo caracteriza; una cara larga que desdice a la de circular queso menonita, afilado, y con un pelambre que se aceleró más allá del implante en proceso. La tez, si bien es cierto de buen cutis, luce ahí resplandeciente, tersa e hidratada, y un talante que irradia la bondad que jamás desplegó. Terminó decidiéndose por una cara lampiña y sin los afeites del bigote que a ratos usó y que era obligada observación por sus funcionarios para visitar o no al barbero. Porque había que parecerse al jefe metetentodo que llegó al final absolutamente desgastado y en la derrota. Una sonrisa Colgate parece rubricar el cuadro. Otra cosa que llama la atención: se muestra ataviado en perfecto saco color azul y corbata roja.

Así las cosas, Chihuahua ya tiene en el Salón Gobernadores al monoliso al que en ejercicio del ready-made, al estilo Duchamp, no faltará quien le ponga bigotes. Todo parece indicar que cuando ordenó su retrato no quiso justicia sino misericordia.