
Los otros datos del déficit histórico de la Cuatroté
El déficit presupuestario dejado por la mal llamada “Cuarta Transformación” durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador sería comprensible si la tendencia demostrara que los años con mayor déficit fueran 2020-2021, en los cuales se tomaron medidas extraordinarias para contener la pandemia por COVID-19, tanto en salud como en economía. Sin embargo, tan sólo de 2023 a 2024 tuvo su mayor tasa de crecimiento real anual con respecto al año previo, siendo esta del 46.7% (según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (2025).
Esto denota dos grandes problemáticas que son insostenibles a largo plazo: un esquema fiscal endeble y disfuncional y, por otra parte, un “proyecto” de nación sustentado en el clientelismo, pues los programas sociales representan un porcentaje considerable en la partida presupuestaria.
El primer problema tiene una solución harto repetida: una reforma fiscal que imponga mayores impuestos a los deciles de ingresos más altos, enfocada en ingresos progresivos y que tenga como objetivo un esquema redistributivo; aunado a una modernización del sistema de recaudación por medios digitales, agilización de trámites y reducción de trabas burocráticas innecesarias que, muchas veces, sólo implican corrupción, desincentivan la recaudación y fomentan tanto la elusión como la evasión.
Asimismo, es una forma —si no es que la principal y más funcional— que tiene el gobierno de obtener mayores ingresos y contrarrestar este déficit histórico, pues, a la larga, no habrá más opción que recurrir a mecanismos externos de deuda, siendo que una de las banderas insignia de este gobierno es el no endeudarse, cosa que ha hecho e intentado ocultar.
En cuanto al segundo problema, es necesario explicar brevemente que existen dos rubros generales de gasto público: de capital (infraestructura) y corriente (programas y salarios). Este gobierno ha insistido en que es austero —por no reconocerse neoliberal—, por lo que sus partidas presupuestarias, en principio, no deberían representar un déficit histórico. Sin embargo, la realidad indica lo contrario. Al desglosar la información, se observa que tiene dos prioridades presupuestarias: el ineficiente y olvidado Tren Maya y, por otra parte, programas sociales con reglas de operación deficientes, lo que permite que estos recursos lleguen a personas que no los requieren e, incluso, a empresas fantasma, como ocurre en el caso de Jóvenes Construyendo el Futuro.
Es necesario que el gobierno replantee su presupuesto. Los programas sociales son un apoyo necesario para la movilidad social cuando se ejecutan con presupuesto eficiente, reglas de operación claras y honestidad; pero, al ser mal administrados, sólo representan una enorme fuga de capitales, sobre todo si se planea seguir aumentando las transferencias directas.
Ahora más que nunca, frente a un panorama político incierto con el vecino del norte, dirigido por un bravucón con la capacidad de análisis de una mula y una posible guerra arancelaria, el gobierno debe establecer una mejor estrategia y partida presupuestaria, tomando decisiones duras pero necesarias en materia de recaudación fiscal y, posiblemente, reduciendo lo destinado a ciertas áreas, todo esto para estar blindado ante lo que se avecina.
Estos los temas que oculta el gobierno de Claudia Sheinbaum. Pero ya es tiempo de que se empiecen a ventilar a profundidad, públicamente y con lenguaje accesible, no el que usan los grandes “iniciados”.

