Columna

MORENA bipolar: primero dividir; ahora unir a toda costa

Hubo tiempos en los que Daniel Cosío Villegas mortificaba con sus columnas a los presidentes de la república, en especial al demagogo Luis Echeverría Álvarez, que según dicen, está más vivo que nunca en estos tiempos de transformaciones y segundos pisos.

En una de sus entregas a Excélsior, dijo: “Hoy quisiera usar de nuevo la escobeta para limpiar un poco la expresión ‘unidad nacional’, también venero inagotable de perplejidades”. Hoy como ayer, la convocatoria gubernamental a esa unidad con motivo de la agresión trumpista a México, se tiene que debatir para que no haya descarríos.

Siguiendo una idea de un viejo filósofo austriaco, Claudia Sheinbaum tiene que reparar su barco en altamar, sin tener posibilidad de desmantelarlo en dique seco y reconstruirlo a partir de sus mejores componentes.

La encrucijada en la que estamos, política y económica, no es fácil por la agresividad imperial de Donald Trump, que puede llegar a dañar a nuestro país gravemente y por un ciclo de varios años. La Casa Blanca actualmente estremece al mundo entero con el desafío a la economía de China; la impensable alianza con la Rusia de Putin, que significaría una puñalada en la espalda al pueblo ucraniano; la deserción de los Estados Unidos de la Alianza Atlántica; la intentona de recuperar el Canal de Panamá y apoderarse, “a como dé lugar”, de Groenlandia; y el chantaje arancelario a México y Canadá. El listado podría engrosarse, pero es más que suficiente con lo apuntado.

El gobierno de Sheinbaum se mueve lento y al menos en dos direcciones: la espera de alguna clemencia imperial, haciéndole concesiones en el tema migratorio, el fentanilo, y la entrega de delincuentes de alta peligrosidad, por una parte; por otra, llamando a una “unidad nacional” que se quiere sintetizar en un gran mitin en la Plaza de la Constitución, el Zócalo de la Ciudad de México.

Por lo pronto, prácticamente toda la clase política gobernante, quiero decir la red de gobernadores de los diversos partidos, ya tiene como inercia “cerrar filas” con la presidenta, que se presumen en páginas completas de los principales medios impresos del país.

Pero ese cierre de filas se exige de más alta dimensión y con mensajes intimidatorios que se cifran en la posibilidad de catalogar como “traidores a la patria” a quienes critican al oficialismo. Se quiere hacer del discurso de la unidad una especie de embudo por el que todos debamos pasar, olvidándose de la gravísima polarización que se indujo desde el gobierno pasado y que se prolonga hasta ahora y que sólo permite –esto es un hecho consumado– una unidad ciega.

Hay quienes se regodean, porque simpatizan con Trump, o tienen sus intereses en Estados Unidos, con el intervencionismo que hoy está presente. Hay quienes, más flexibles, contemplan la situación como contrapesos que operarán para cambiar decisiones nacionales, como una realidad.

Pero también grandes decisiones, de naturaleza constitucional algunas, mantienen una zanja que no permite que esa unidad nacional sea plena, acrítica, entreguista, con un gobierno que ha continuado polarizando, y que a la vez trastoca como herencia la alianza latinoamericana con países que todo mundo conoce, y más grave aún por la cercanía con gobiernos no democráticos como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Insistir en la ruptura con España por un tema histórico, en este contexto no beneficia nada y a nadie, pero a fin de fortalecer un discurso polarizante, el tema parece esencial.

Hay que reconocer que el país está dividido por muchas causas y razones, y el gobierno no se ha levantado como representante de todos, más allá de partidarismos, como sería su obligación. Por el contrario, día con día se practica una política de adversarios, binaria, en la que sólo hay “buenos” (los de la Cuatroté) y “malos” (los que disienten).

El gobierno, por otra parte, se sustenta en una coalición de partido total y absolutamente abyecta, y eso lastima a muchos mexicanos que conocen la historia del PT y el Partido Verde, y sobre todo que ven en MORENA el refugio en el que el viejo priismo actúa y se reproduce. Y eso traba cualquier unidad.

Claudia Sheinbaum continúa con el viejo discurso de Andrés Manuel López Obrador, como aquel que pronunció el 7 de junio de 2020, cuando dijo, en la refinería de Minatitlán. “Qué bueno que se definan, nada de medias tintas, que cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores, o somos liberales, no hay medias tintas (…). Lo que decía Ocampo, ese gran liberal Melchor Ocampo, aplica ahora, decía: ‘los liberales moderados no son más que conservadores más despiertos’, es decir, no hay para dónde hacerse; o se está por la transformación, o se está en contra…”.

Así es el mundo bipolar en el que vive este país, y por tanto, quienes dificultan la unidad posible son los mismos que la convocan ahora, porque tienen la necesidad de reparar su barco en altamar.

No lo olvidemos, parafraseando también a Cosío Villegas, hoy ser morenista resulta el oficio lucrativo por excelencia, y les da la ventaja de andar amenazando de “vendepatrias” a cualquiera, y más a quienes desde hace muchos años militamos en favor de las mejores causas del país.

Insisto, la unidad no es a cualquier costo.