A los políticos profesionales de México se les ha caracterizado como ágrafos, porque no escriben absolutamente nada, ni siquiera cartas de amor.

Pero esta característica se queda corta porque, además, el ejercicio de la lectura les es ajeno. Seguro estoy que algunos ni las autobiografías de encargo han leído. Y si ese panorama se ve en la república, Chihuahua sería un desierto más de los que ya tiene.

Esto viene a cuento porque hay lecciones de la historia, narradas en excelentes obras, que hablan de cómo los líderes se pierden en su propia marcha de la locura. Por egoísmo, por narcisismo, por odio, por venganza, por ignorancia, por lo que sea, suelen emprender empresas políticas que ven triunfadoras en el horizonte, sin darse cuenta que son un abismo en el que se pueden caer y desfallecer irremediablemente.

Pareciera que iniciar un juicio político a Javier Corral en el Congreso del Estado es una simple cortina de humo para distraer a los chihuahuenses de la banalización de la causa penal Duarte, mediante la cual se busca enviarlo al confort de su casa, pues estar en el mejor hospital de la ciudad es un anticipo de esa comodidad y futura libertad, a pesar de que se grite a los cuatro vientos que “no habrá ni perdón, ni olvido”.

Sostengo que va más allá de una caja china. Realmente se quiere encausar al exgobernador Corral, quien encabezó un desastroso quinquenio, y no estaría mal que por primera vez hubiese un juicio, abierto a la sociedad, teniendo como protagonista a un alto exfuncionario de la federación, como así lo cataloga la Constitución de la república.

Todo esto se procesa empleando el argot del derecho: que “está en dictamen”, que “pasará a comisión dictaminadora”, que “no hay veredicto”, que este “lo dictará el pleno”, que “se presume su inocencia”, y que “se le dará el beneficio del debido proceso”. Es el oropel de las palabras para darle realce al caso.

Pero qué habría en el fondo, me pregunto. Y lo contesto: la puesta en escena de una marcha de la locura.

Primera hipótesis: el pleno del Congreso descarta abrir el juicio político, con la consecuencia de otorgar un triunfo a Corral, cuando no lo tiene.

Segunda hipótesis: se inicia el juicio y entonces le darán una tribuna y escenario a un político que lo único que sabe es, precisamente, ocupar a sus anchas la tribuna, argumentar su inocencia, emplear el arsenal de información que tiene y que involucra a la gobernadora, con un par de posibles desenlaces: ser la víctima del maruquismo mediante su inhabilitación, o la absolución, dándole un triunfo que tampoco tendría.

Es más, quien desea que el juicio se realice, conjeturo, es el mismo Corral, porque está deseando seguramente romper el cerco mediático al que está sujeto por ahora.

Si Maru Campos, Mario Vázquez y César Jáuregui leyeran tan sólo el primer capítulo de la Marcha de la locura, de doña Barbara Tuchman, no estarían pensando en esto, brindándole una oportunidad a un político que no tan sólo no tiene quién lo defienda, sino que los perdió uno a uno, cuando se encerró en la Torre del orgullo, por cierto título de una obra de la misma autora.

Por otra parte, el panista de a pie verá con estas acciones, que su partido se hace pomada.