Columna

Maru apela a la inmovilidad

Al menos para esta columna es prematuro hacer una valoración cuantitativa del resultado de la elección judicial, local y federal que se realizó el pasado domingo primero de junio. Desde luego está el compromiso de externar algún análisis. De antemano sí me gustaría decir que por mi llamado a no votar he recibido una buena cantidad de reconvenciones que no van al fondo de las cosas, sino a la denostación. Pero esa es harina de otro costal e insignificante, a final de cuentas.

Empero, me llama la atención una declaración de la gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos, quien dijo que ante la baja participación ciudadana, “que ya esperaba”, “el que no vota que no se queje”. Esto va en demérito de su consigna “Cuenten conmigo”, porque el estigma de no haber participado electoralmente se convierte en un castigo potencial.

A todas luces sería mucho mejor, si reinara la moderación en el naufragio maruquista, que hubieran convocado a la renovación de la mitad del Poder Judicial, y no como lo hicieron, con arrogancia y exclusivamente por una razón de Estado: ir por el cien por ciento de todo, con tal de que el 2027 no se viera perturbado por una compleja elección como la que tuvimos en presencia en el ámbito local, con toda la turbulencia que le imprimieron las listas y boletas federales. El colmo de esto estuvo en los “acordeones”.

La reacción de la gobernadora tiene significación porque nos habla de una claudicación en torno a la defensa de la porción de soberanía que tiene Chihuahua en el concierto de lo que queda de república federal. Nunca se le vio prever que había una amenaza y un desastre inminente, y se plegaron a orquestar la elección por interés faccioso, como colocar a sus cuadros en primer lugar, y para lograr impunidades posteriores. Recordemos que por la corrupción duartista Maru está manchada, y la acción penal en su contra sólo está en letargo mientras le dure el fuero, a ella y a otros más.

En el pueblo (llamemos así al conjunto ciudadano) se movieron a lo largo de los últimos meses desde un deseo de participación genuino –hay que decirlo–, hasta quienes se pronunciaron por anular o por abstenerse activamente a la reforma judicial, como lo hizo el que esto escribe. A un lado de ellos, y muy distantes, estuvo la inmensa mayoría que vio con desinterés tanto la reforma como el proceso electoral mismo.

Por más que se diga lo contrario, la elección no se convirtió en un interés ciudadano, como para que ahora, irresponsablemente, Maru Campos nos venga con la cantaleta de que “el que no vote, que no se queje”. O sea, que está en contra de una enorme mayoría que lanzó un mensaje absolutamente claro y que ahora ya no contará con el apoyo del gobierno, porque ni quejarse vale la pena.

Este pronunciamiento simplón de la gobernadora la pinta de cuerpo entero. El tan traído “pueblo bueno y sabio” ya decidió y la consigna de la anulación electoral no es una idea descabellada.