Columna

La profecía de Steiner y la nueva esclavitud cultural

El notable crítico George Steiner dictó en 1970 una serie de conferencias en la Universidad de Kent para examinar un renovado concepto de la cultura. Como algunos de sus trabajos, estas disertaciones fueron recogidas editorialmente por Gedisa en un solo tomo bajo el nombre de El castillo de Barba Azul.

El libro es breve pero sustancioso y abarca una gran cantidad de temas de autores que nos permiten valorar, a más de 50 años, que sus palabras fueron proféticas, concepto este que es un lugar común, pero por haber sido pronunciadas a las puertas de una gran revolución tecnológica en materia de comunicaciones que impacta ahora a todas las sociedades y a la diversidad cultural, aunque el autor se contrae a lo que podemos llamar “el mundo atlántico”.

Leyendo esta obra me encontré con este sugerente postulado, crítico en efecto, pero altamente preocupante en el contenido de sus juicios:

“A medida que la codificación y el procesamiento electrónico de datos penetra más y más el orden económico y social de nuestras vidas, el analfabeto matemático va encontrándose cada vez más excluido del mundo del saber. Entre aquellos cuyos recursos son puramente verbales puede desarrollarse una nueva jerarquía de servicios menores y de poca monta. Pueden llegar a ser ‘ilotas de la palabra’”.

A partir de la Ilustración, empleando la razón como principio del conocimiento, todos íbamos a dejar atrás la orfandad, y bastaría atreverse a pensar para penetrar en el mundo de las ideas y de la cultura. Sin embargo, el progreso que hoy tenemos, paradójicamente, nos ha invalidado y nos relega a una condición de analfabetismo frente a la exigencia de los nuevos conocimientos, sobre todo de las fuentes que permiten acceder a estos, con todo el impacto que esto tiene en la cultura.

Estamos inmersos en una crisis en la que gran parte de los que trabajamos para la cultura –y la política forma parte de la misma– prácticamente perderemos los derechos de ciudadanía al carecer de las herramientas que se fundamentan en las nuevas tecnologías para acceder al saber. En otras palabras, quien no esté dotado de las herramientas que se sugieren, verá reducidas sus expectativas de vida en general y el mundo de la intelectualidad ya no podrá surtirse del simple uso de la voz y de la máquina de escribir. Entonces, renovarse o morir, sería el dilema.

Una suerte de darwinismo, al margen de la biología, nos estaría diciendo que estamos ante una especie de “selección natural” que creará –o está creando ya– al nuevo esclavo ilustrado, que en el mundo laboral estará en servidumbre de los que se doten de ese progreso cibernético.

La visión de Steiner, pues, nos ha alcanzado. Ahora estamos en la frenética era de la inteligencia artificial y ante el umbral por el que transitaremos quienes nos quedemos atrás, o simplemente caigamos en la resignación de ser los nuevos esclavos de la cultura; para el autor, los nuevos ilotas de la palabra.