La clase gobernante de Chihuahua transita en la delincuencia
Delito y política; política y delito, son una mezcla de la coyuntura chihuahuense que exhibe la decadencia y el deterioro del ejercicio del poder político.
Quién más, quién menos, de los principales integrantes de la clase política local no está inmiscuido en asuntos turbios que tienen que ver con la delincuencia, en particular con la corrupción política.
Encabeza la lista César Duarte, quien prohijó a toda una caterva de agresores del interés social que hicieron de las finanzas públicas su propio cortijo.
Desde 2014 que Unión Ciudadana destapó esta cloaca con una denuncia penal en contra de César Duarte y su esposa, han ido desfilando uno a uno los políticos delincuentes.
Impune por la protección que le brindó Javier Corral, está Jaime Ramón Herrera Corral, el exsecretario de Hacienda duartista y arquitecto de un banco privado que se frustró pero que en su momento se apalancó exorbitantemente en las finanzas del estado.
Pareciera ser que en este drama hay una calle llamada “Corrupción” por donde han pasado –y pasan– igualmente figuras como Javier Garfio, Marcelo González Tachiquín, Ricardo Yañez, Gerardo Villegas, Raymundo Romero, Jorge Abraham Ramírez, Alejandro Villarreal, Karina Velázquez, Jesús Esparza Flores, Antonio Tarín, Alejandro Gutiérrez, entre muchos otros.
Por esa calle transita también la actual gobernadora María Eugenia Campos Galván, que se ha empeñado en rehabilitar a no pocos miembros del clan Duarte, por más que haya obtenido una desvinculación de un procedimiento penal, que tiene pertinencia cívica exigir que se reponga, porque es el signo de que lo peor del PRI, del PAN y del PRD sigue la ruta que hace de la política una actividad propia de la delincuencia y de la agresión permanente y sistemática a eso que se llama “Estado de derecho” y que en este rubro es inexistente en Chihuahua.
En el caso de Maru Campos, a un año de haber protestado el cargo, no se ve que las cosas vayan a cambiar. Incluso su estadía en el poder es incierta si atisbamos el devaneo permanente por su eventual candidatura presidencial a la que no puede llegar limpia mientras no aclare las prebendas que Duarte le entregó, siendo diputada ante el Congreso del Estado.
Finalmente, esta explosiva mezcla de delito y política está llegando a extremos que rayan en la generación de odios de pronóstico reservado. Ahora resulta que otro delincuente y socio de Duarte, como Eduardo Almeida, se convierte en ariete de la gobernadora para golpear sobre el mismo clavo que se llama “Javier Corral”, del que también están brotando acusaciones que se deben esclarecer ante los tribunales. Por lo demás, sus deslealtades, traiciones y veleidades políticas son harto conocidas.
A Almeida lo acompaña su par Fermín Ordoñez, un personaje del fango de la política chihuahuense. Recordemos que está entre los artífices duartistas de la artera agresión a la manifestación de Unión Ciudadana del 28 de febrero de 2015 y que hoy aparece sonriente y cariñoso al lado de la gobernadora panpriista de Chihuahua.
Se ha tocado fondo al traer a colación temas de la vida privada, bajezas propias de un neorico con deudas graves con la justicia, como Eduardo Almeida. Todo esto formando parte de una trama manufacturada en el Palacio de Gobierno.
Mientras esto prevalezca, el desasosiego social le pasará factura a esta clase corrompida, que ha usurpado los intereses públicos para convertirlos en la fuente de sus riquezas y negocios.