El Estado se disuelve cuando los ciudadanos deciden autogestionar su propia seguridad. Se suele repetir la frase de Max Weber de que el estado moderno se caracteriza por tener o asumir el monopolio de la fuerza legítima. Si así es y nos estamos dando cuenta de que no contamos con ella, que la gente se tiene que lanzar a la autodefensa, entonces encontraremos que el Estado ha fracasado. 

Ese es el ominoso espectáculo que estamos viendo en México y en Chihuahua: los últimos sexenios han querido tener, como dicen los rancheros, “la solución y el trapito”, pero ni la primera ha sido cierta y el segundo ineficiente. Llámenle gendarmería o Guardia Nacional, esta última convertida en muro de contención al servicio de la política de Donald Trump. 

No deja uno de preocuparse cuando abre los noticieros para darse cuenta que ayer en tan sólo veinticuatro horas en Chihuahua hubo alrededor de diez ejecuciones; por eso el grupo de los LeBarón ha decidido –o está en vías de hacerlo– integrar su propia fuerza en la región de las colindancias de Chihuahua con Sonora, justo el lugar de un crimen horrible, cuyas repercusiones son insospechadas. 

Estamos ante la evidencia de que el Estado ha fracasado, empieza a fracasar o la hipótesis que usted quiera al respecto. Así es que lo que vamos a ver más adelante es el crecimiento del rearme y acción de los ciudadanos para encontrar la seguridad que el gobierno no presta. Cosas graves, si las hay.