
Frente a la amenaza trumpista, nuevo internacionalismo
Quienes venimos de la vieja izquierda, trátese de socialistas, comunistas, nacionalistas revolucionarios, trotskistas, maoístas –la lista podría alargarse–, estamos observando lo que acontece en el mundo y el país con los retos, la agresividad imperial, las veleidades y caprichos del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. En otra época, a diferencia de hoy, teníamos buenas e inmediatas respuestas que alcanzaban resonancia inmediata.
No quiero decir con esto que reeditemos viejas recetas, si así se le quiere ver; entiendo que el mundo actual es más complejo que el de principios del siglo XIX y gran parte del XX. El reto es innovar, hacer ejercicios de imaginación con propósitos realizables, sin vacías utopías, construcciones teóricas que se puedan convertir en cartas de navegación para pueblos enteros, en un momento que demanda poner freno a esta oleada imperialista que continúa hoy al parecer sin contrapesos.
Quién no recuerda que durante las primeras dos décadas del siglo XX se escribieron textos muy importantes para la comprensión del capitalismo y desde una perspectiva internacionalista, porque la opresión estaba –y está– en todas partes. La socialista polaca Rosa Luxemburgo, con su obra La acumulación del capital; la de Rudolf Hilferding, El capital financiero; o la del liberal John A. Hobson, Imperialismo, empleada esta por Lenin, desde luego deslindándose de la misma para escribir El imperialismo, fase superior del capitalismo, que fue una especie de biblia para interpretar la economía capitalista mundial, el papel financiero de los bancos, las guerras, el colonialismo, la situación de la clase obrera mundial y el problema de las nacionalidades. La obra de Lenin se publicó al calor del proceso revolucionario en Rusia en 1917.
Pero no fue lo único. En diversas partes del mundo aparecieron otras obras que trazaron objetivos y rutas, como los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, de José Carlos Mariátegui. Hubo, en suma, una gran producción de textos; y sería muy prolijo referirlos a todos.
En el fondo, lo que se buscaba era una interpretación del sistema capitalista mundial para tener respuestas de cómo encararlo, con teorías que buscaban la liberación de los asalariados, los campesinos, y de naciones enteras que empezaron la vía de dejar atrás el mundo colonial en vastas regiones de África y Asia. Hubo procesos que sin la lectura y asimilación de estas obras hubieran sido mucho más difíciles y cruentos.
Después de la Segunda Guerra Mundial y la derrota del fascismo en Europa y Japón, se promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que proscribe tanto el colonialismo como la barbarie, convirtiéndose ese instrumento en pieza angular para la descolonización en vastas zonas del orbe. Luego vinieron los instrumentos contra el genocidio y los crímenes de lesa humanidad, y una progresividad de los derechos que llega hasta nuestros días.
No quiero pasar por alto que muchos intelectuales y personalidades democráticas y progresistas también levantaron la voz en muchos países del mundo. No todo lo que podemos llamar “liderazgo” se delegaba en los gobernantes, y se reconocía, en mayor o menor grado, la autonomía de las clases oprimidas para canalizar sus luchas con independencia.
Hoy existen infinidad de trabajos que han desarrollado la interpretación de aquella época y también lo que corresponde al mundo contemporáneo. Seguramente lo que se necesita es una nueva síntesis de pensamiento para hacerle frente a una situación ominosa que hoy tenemos con el gobierno de Donald Trump; pero no sólo, muchos otros dictadores en diversos países del mundo se mueven en la misma dirección, y los pueblos en general requieren tener su voz propia.
Aquí en México, desde Fray Bartolomé De las Casas hasta el día de hoy, hay un conjunto de ideas y prácticas que pueden servir de premisas para construir una alternativa, pensar y actuar por cuenta propia para liberarnos y quedar fuera de la lógica de los tambores de guerra que suenan desde la Casa Blanca hasta el Kremlin, pasando por Tel Aviv, y todos los gobiernos que no están a la altura de lo que sus pueblos reclaman.
No tengo duda de que se requiere un nuevo internacionalismo.

