Lo insulso de la determinación de imponer un corredor escultórico que abarca el Centro Histórico de la capital chihuahuense se demostró hace unos días en plena calle Victoria. Si bien no es en el corredor en sí mismo en el que recae lo insustancial del marujismo panista, lo baladí responde a un hecho simple pero significativo: la misma autoridad esnobista, que se quiso dar aires de preocupación por el arte público, es la misma que debió otorgar los permisos necesarios para que vendedores ambulantes se instalaran en la misma calle e hicieran uso de al menos una escultura como mero poste de retención.
Las imágenes que presentamos son evidentes: con una soga se ataron las barras que sostienen las carpas de los vendedores a la escultura Almas platicando, del artista Luis López Loza, pieza que fue donada por otro amante de las cercas y las mallas ciclónicas en Chihuahua, Alejandro Cano, acostumbrado a ese y otro tipo de amarres.
El tema no da para desatar, literalmente, un nudo gordiano; ni siquiera para uno de los que han hecho famosos los marineros del mundo. Basta con que la administración panista de María Eugenia Campos sea congruente y deje que fluya el arte por sí mismo, sin el estropicio de los mercaderes que ocupan la Victoria, incluidos los que se instalan en esa arteria que hace esquina con la Independencia, los de la política al mejor postor.
El valor del arte puede ser insondable y relativo si se quiere. Pero el disfrute público, si lo hay, no tiene por qué padecer esta falta de correspondencia entre lo que se pregona y se hace: o se les trata como esculturas que son o se les da tratamiento de adminículo tendedero público, porque para montarle los trapitos al sol a la alcaldesa, las columnas periodísticas se pintan solas. Bueno, algunas.
Aquí y así nos tocó vivir, diría Cristina Pacheco. Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario que se amolden a la modestia y disminuir, por consigiente, los objetos de lujo. ¿Qué necesidad tienen los subditos de ver en su soberan@ un alma de artista angelical? Lo que importa que vean en ella es la personificación del poder en medio de sociedades desmoralizadas y arruinadas por el fuego de la anarquía que asegura las raíces dinásticas; la consolidación de la estirpe. Por lo que es necesario que lo fastuoso y la voluptuosidad se aten al pueblo, anque sea con mecates de tendedero, como una enfermedad natural incapaz de análisis y observación de los que guian el carro de la sociedad.