Ya sin la hoja de parra que significó Víctor Quintana en el gabinete corralista, sólo queda la desnudez a la vista de todos: un gobernante en la soledad de su propia cancha y toda la cosa pública en manos de Gustavo Madero Muñoz y Alejandra De la Vega, es decir, del dinero, del capital y de los intereses oligárquicos de estas tierras. 

Pareciera que a Javier Corral le faltó eso que antaño llamaban “roce social” y que, palabras menos, palabras más, los ricos te aceptaran en su círculo. Atrás de esto hay resentimientos de inferioridad y la idea de que sin esos amigos poco vale la vida. Quién iba a pensarlo. 

Esa soledad, con ingenuidad y candor, la quiere suplir Javier Corral con la simulación pagada a la encuestadora de su propio partido Massive Caller, que se empeña en colocarlo en un buen nivel, en el que no está por su afán de levitar y ponerse a la altura del rancio Madero y la prepotente Alejandra, que no por ser Arco, deja de creerse Magna.