Duras lecciones de leyes ha recibido Carlos Tena en los últimos días. Lo que no pudo arreglar en el ejercicio de la política, dudo que lo arregle en el ejercicio del derecho, que hoy se ejerce con base en el Código Penal. Carlos Tena pensó que le habían entregado un reino en calidad de autócrata y se pasó por el arco del triunfo una divisa esencial de lo público que rige el quehacer de todo funcionario público, sea de elección popular o no: únicamente se pueden realizar las facultades expresas y limitadas que concede la Constitución.

Alejado de esa divisa esencial, además, confundió los negocios públicos con los negocios privados y se puso a expender engomados para vehículos de procedencia extranjera en la comarca que confunde con un ducado, sin tomar conciencia de que simplemente es un presidente municipal. 

Ahora la Fiscalía estatal lo trae entre ceja y ceja, está ante un juez e iniciando la semana se realizará la audiencia que puede conducir a su vinculación a proceso. Estaría en libertad, pero de todas maneras se daría el siniestro precedente de llevar a un mismo tiempo un proceso penal y el desempeño de una función pública, hasta el preciso momento en que resulte absuelto, lo que formalmente veo difícil; o se le inhabilite para el cargo público, lo que en palabras coloquiales significaría su defenestración. 

Hay en todo esto un fracaso de la política. No hubo diálogo para prevenir y evitar esta situación límite. Se pusieron en escena y disputa dos orgullos: el del ranchero con poder y el de un gobernador necio y en la holganza. El importante municipio de Cuauhtémoc, su gente tan digna de encomio, es la que pagará este percance.

De lado del poder se acude a la frase legendaria: “La ley es dura, pero es la ley”, e incluso la misma puede ser replicada por el ahora alcalde en aprietos diciendo que la aplicación excesiva del derecho produce injusticia. 

Habrá que esperar el desenlace. Por lo pronto, ya tenemos un gobernador que crea más problemas de los que resuelve y un alcalde que cree que sus convicciones “justicieras”, nunca desinteresadas del lucro, son ley. No es así y ahí están las consecuencias. 

La moraleja es que se necesita que los gobernantes entiendan que no son las propias creencias, rencores, odios, los que hay que poner en escena a la hora de tomar las decisiones, sino las responsabilidades que derivan de la ley. Cuando no es así vemos que hay una escena grotesca: a Tena se le presenta en los medios cubriéndole los ojos, con un nombre cifrado, como si no fuera archiconocido por todos. ¡Ah! Pero la ley es dura, pero es la ley. 

Ya no podemos especular que algo anda mal en la cabeza de Corral que termina, siempre, por romper con las personas con las que tuvo afecto. Así es la megalomanía que ha padecido Chihuahua y sus gobernantes, Patricio Martínez, César Duarte, sumándose al elenco el actual.