
‘El pendejo fui yo’: Óscar Flores Sánchez
Óscar Flores Sánchez fue uno de esos escasos políticos locales que han llegado a tener relevancia en la escena nacional. Su fortaleza la alcanzó durante el alemanismo y, avanzando mucho el tiempo, se convirtió en procurador general de la república en el gobierno de José López Portillo. No obstante estos altos vuelos, siempre ambicionó ser gobernador de Chihuahua para convertirse en un señor de horca y cuchillo en su propia tierra.
Para llegar al gobierno de Chihuahua tuvo que aguantar que lo precedieran Teófilo Borunda y Práxedes Giner Durán, quienes ocuparon los sexenios comprendidos entre 1956 y 1968.
A partir de este último año Flores Sánchez se convirtió en gobernador y encabezó una administración altamente represiva. Y siguiendo la línea muy en boga en otros estados, como Guanajuato, emprendió un proyecto de urbanización deplorable, porque, piquete en mano, destruyó gran parte del patrimonio cultural edificado.
Es emblemático de esto último la caprichosa decisión de ordenar la demolición del antiguo Hotel Hilton, la famosa torre de cantera de la que habla el corrido.
Le dio por construir puentes en diversos puntos de la ciudad y se mostró muy activo en la planificación de la pavimentación de algunas calles de colonias como la Santo Niño, donde muy madrugador acudía a los frentes de trabajo a supervisar el cumplimiento de sus órdenes, y además lo hacía de una manera agresiva e incuestionable.
Fue así que se generó una anécdota: acostumbraba el gobernador llevar una bitácora con la que se auxiliaba para dar seguimiento de dichas órdenes. En una ocasión llegó hasta un punto en la que vio que se había dejado un poste a media calle; y para sus pulgas, esto era un error garrafal, del cual se desprende el siguiente diálogo:
—¿Quién fue el pendejo que dejó ahí ese poste? —preguntó libreta en mano.
—Fue usted, señor gobernador, el que lo dispuso —le respondió un trabajador.
Ante la sorpresiva contestación del empleado, el gobernador echó mano de su libretita, se quedó pensando, y contestó:
—¡El pendejo fui yo!
Viendo la liberalidad del gobernador, Ramoncito Reyes, el alcalde que le acompañaba, se sintió confiado para tratarlo en el mismo tono.
—Pendejo soy yo —lo paró Flores Sánchez—, pero nada más yo me lo puedo decir.

