El proyecto de iluminar la ciudad, lanzado por la administración de María Eugenia Campos Galván, ha entrado en una fase de impugnación que augura un conflicto si se pretende, a toda costa, obtener su aprobación a través de los mecanismos tradicionales de la clase política, en este caso, decidir en la oscuridad todo lo que tiene que ver con la luz pública, estricto sentido. 

Hay, desde luego, motivos plausibles para un proyecto de ese calado; a la par también son fundadas las críticas y cuestionamientos, sobre todo por la falta de confianza que la sociedad tiene en quienes ejercen el poder. Si las cosas siguieran el cauce tradicional, en unos cuantos días la decisión estaría en la arena del Congreso local, quizá la institución más demeritada actualmente, y en ese tema anda de la greña con el poder judicial. 

Cuando sucede esto y a la vista de caminos institucionales abiertos, lo pertinente es someter a consulta popular la decisión. Pero a consulta real, informada, con apego a lo dispuesto en la ley y con la desembocadura que vincula al poder público y a sus críticos a la decisión que se tome. Hacerlo tras bambalinas es atropellar los derechos, en este caso de los vecinos y ciudadanos de Chihuahua. Quienes preconizan la realización del plebiscito, deben poner manos a la obra, tener instaladas ya las mesas receptoras para elevar la solicitud, porque el municipio y el Congreso pueden pisar el acelerador y tomar la decisión cuanto antes y, a toro pasado, sería más difícil que prevaleciera el interés público expresado en una urna, favorable o desfavorable. 

No está de más recordar que al PAN, y entre más reaccionario lo es la facción involucrada como en este caso, le interesa la democracia en el estricto ámbito de decidir quiénes son los gobernantes; pero las consultas plebiscitarias, las revocaciones de mandato, los referendos y las iniciativas populares no están en su diccionario, porque para ellos la política es tan seria que no se puede dejar en manos de los ciudadanos. 

Así que, si queremos oponernos: manos a la obra, ¡ya!