Bochornosa rebelión se vive en la Secretaría de Desarrollo Social –“y humanismo”– del gobierno de Chihuahua. Envuelve, en primer lugar, a Javier Corral, jefe de la administración central, porque así lo dispone su cargo y la Constitución, aunque la realidad sea otra. Luego se trasmina hacia abajo, afectando al titular de esa dependencia, señor Víctor Quintana Silveyra. En el drama entró el panista con pedigrí, Ramón Galindo Noriega, y catapultado como un daimôn ex machina el desconocido Jorge Alberto Muñoz Dávila, que se asume, sin fundamento, como un despedido de su encargo y refulge ahora como un denunciante de malos manejos.

Esta rebelión podría multiplicarse por todas y cada una de las dependencias, cuenta habida de que el jefe Corral, que debiera marcar disciplina y unidad de propósitos, no asume su responsabilidad; al contrario, la perturba, como en el caso que me ocupa. Nombró a milmáscaras Quintana como titular de la dependencia, luego este nombró a unos amigos con los que se peleó, luego aquel nombra como subalterno del exmorenista a Ramón Galindo, que para todo saca su linaje panista, como para quedar postrado de hinojos ante alguien que no es de su partido. Así las cosas, la Secretaría que iba a ser “del humanismo”, insisto, está partida, de palmo a palmo. 

Para Víctor Quintana esto significa la última fase de su acompasado Waterloo. Pasará a su isla de Elba como antesala de Santa Elena. Abandonó una apuesta que le hubiera sido muy favorable –una enfermedad ósea lo lastró, dijo López Obrador–, a nombre de una “alianza ciudadana” arribó a secretario de estado a sabiendas de que no había timonel, para luego tener que alternar con Galindo, que dicho sea de paso no se obedece ni solo. Pero eso no es lo más grave: hay dinero involucrado. Para ser justo, no creo que Quintana haya robado un centavo, pero –¡oh, desgracia!–, aplicó recursos sin apego a normatividad alguna, lo que está en vecindad con la corrupción política.

A Quintana el Congreso se le echó encima, en claro mensaje de que el PAN no quiere que le invadan su cortijo. Él trata de minimizar el suceso, dice que “es fuego amigo”; será inútil, el daño está hecho. Por lo que queda de amistad, le recomendaría que renuncie, porque en una situación así, ni Lucha Castro, la otra nopanista, lo salva.