Finalmente se deshojó la margarita en la Comisión Reguladora de Energía. El presidente López Obrador la nombrará, convirtiéndose prácticamente en el único responsable de lo que suceda en ese estratégico sector que tiene que ver con todo, economía y medio ambiente, por ejemplo. Más si nos hacemos cargo de que el titular de Petróleos Mexicanos, aparte de coterráneo y amigo del presidente, no llega ni a neófito en esa materia tan compleja. 

El nombramiento de esa comisión, como se sabe, se tramita con la aprobación calificada del Senado, circunstancia que pasó, en primer lugar, con un rechazo de las ternas propuestas por el presidente, lo que obligó a este a una nueva propuesta que fue idéntica -aquí sólo mis chicharrones truenan, fue el mensaje-, y como no obtuvo la mayoría necesaria en los hechos, MORENA asumió la decisión, que significa que el Ejecutivo federal propone y dispone. 

Cualquiera con dos dedos de frente sabe que el procesamiento constitucional ha sido violado en su espíritu, pues cuando es vetada una propuesta, lo que se busca es encontrar la flexibilidad para la mejor selección y desde luego la mejor decisión. No es el caso mexicano, aquí parece haber llegado inocultable que el poder es para poder y no para no poder. El país pagará las consecuencias.