Innombrable, gramaticalmente, es un adjetivo con el significado obvio que la palabra sugiere con todas sus letras. Ahora que se dio a conocer la “caja chica” y que nos hace imaginar la grande, esa palabra se ha convertido en un sustantivo que se refiere, al menos a una persona, en sustancia, en sujeto, en actor, pero que nadie entre los medios se atreve a mencionar. Así, de adjetivo, el término se convierte en algo más allá de una simple cualidad, deja de ser potencia para convertirse en acto y aún más, porque su vitalidad depende de las ministraciones del presupuesto, precisamente para “innombrar” a través de los medios. Es un ente.

Porque todo mundo lo sabe, que tiene nombre y apellido, me quedo en esa práctica que tanta vergüenza contenida encierra.