En estos días, tal como se decidió en diciembre del año pasado, iniciará el debate en el Congreso de la Unión sobre el proyecto amloista de crear una Guardia Nacional que nada tiene que ver –salvo el nombre– con la vieja institución que recogió el constitucionalismo mexicano desde hace ya bastante tiempo. Realmente de lo que se trata es de darle un barniz de constitucionalidad a la intervención de las fuerzas armadas en asuntos reservados, estrictamente, a la esfera civil del Estado.
Dejo de lado –porque ya se ha martillado mucho sobre ello– que la propuesta va por las antípodas de lo que propuso López Obrador en su larga marcha en pos de la Presidencia que ahora tiene. Lo central es la injerencia que se les daría a las fuerzas armadas hacia el futuro, distorsionando la buena historia del país que nos explica los porqués de ir marginándolas de los caminos políticos que las pueden llevar a convertirse en indispensables y se propongan desterrar el civilismo.
Muchas voces, nacionales e internacionales, las organizaciones que preconizan una visión derechohumanista para México han expresado su rechazo a la pretensión de López Obrador en esta materia. Vamos a esperar el resultado de este proceso.
Lo que cada vez queda más claro es que se dan dificultades para obtener la mayoría calificada que se requiere para la reforma de la Constitución General, por una parte; por otra, que si no hay –como es previsible– mando militar, la reforma misma queda sin sustancia. Salvo que sea un parapeto más a la simulación que ha habido en este delicado asunto.
Dicen que a la mesa de la «reaparición» del pastel, se siguen sentado los mismos: los políticos y sus partidos, la enmascarada iniciativa privada, el pecaminoso clero, el crimen organizado en todas sus presentaciones, y hoy descaradamente el ejercito. Con tanta «austeridad». ¿Cómo se le pagará al ejercito (literal) en sus distintas modalidades. Eran muchos (as) y parió la abuela ¿o el abuelo?
El colectivo #SeguridadSinGuerra afirmó que el anuncio de convertir a la Guardia Nacional en un cuerpo de seguridad pública civil es un engaño y una simulación, por lo que refrendó su rechazo a la creación de dicha fuerza. Las propuestas para modificarlo, crean un cuerpo de carácter militar con facultades de realizar tareas de seguridad de forma permanente, lo que en los hechos se traduce en militarización. «Decir que el mando de la Guardia Nacional es civil es una mera formalidad sin sustancia», afirmaron, «es una simulación. Advirtieron que el dictamen de la Cámara de Diputados que plantea reformar la Constitución para crear la Guardia conlleva riesgos a la seguridad de las personas y al pleno desempeño de los derechos humanos. Llamarla civil no reducirá los riesgos latentes de violación de garantías, impunidad y opacidad en la operación de la seguridad. “La creación de un nuevo cuerpo de seguridad debe garantizar su inequívoco carácter civil. Para ello es innecesaria una reforma constitucional». «Muestra que las audiencias llevadas a cabo la semana pasada fueron una simulación así como el supuesto consenso para dotar a la Guardia Nacional de un mando civil, expresado por el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana y el Presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados», expresó. Hoy por la mañana escuché decir al Rey Maya, el presidente López, que sería por tres o cuatro años. Recuerdo cuando se impuso un impuesto a la tenencia de automoviles para sufragar los gastos de las olimpiadas. Se quedó por los siglos de los siglos. Las comas y los puntos de la letra chiquita son relevantes. Tatiana Clouthier.