Si Elba Ester Gordillo se escabulló de la justicia en el seno de su santa iglesia y con la bendición papal, cabe preguntar por qué Alejandro Villareal Aldaz no corre las peripecias del juicio penal que se sigue en su contra con cargo a la caja del SNTE.

La interrogante, obviamente, no busca sembrar dudas sino certidumbre. Hay una razón democrática: nadie autorizó a los líderes charros de la Sección 8 a afianzar a su anterior y venal dirigente, ególatra que hasta bautizó escuelas con su nombre durante el duartismo.

 

Villarreal. Escuela con su nombre.

 

Pienso que en un sindicato, cuando uno de sus dirigentes se ve en medio de una lucha legítima y justificada y es reprimido, su organización salga a darle la más amplia solidaridad. Pero no es el caso. Villareal Aldaz cometió faltas y desmanes que hoy están en manos de los jueces y magistrados; tiene en su favor la presunción de inocencia y a través de un debido proceso puede demostrarla. Empero, con la información que tiene esta columna, se ve bastante difícil que lo logre.

El charro se ganó un castigo que está a la vista de muchos y en particular de los maestros que ahora, obligados por las circunstancias y de manera indirecta, van en su auxilio aportando un cheque de la nada despreciable cantidad de cinco millones de pesos. El charrismo sindical es inagotable en su picaresca y desvergüenza.

Villareal Aldaz, siguiendo la escuela de la cual es supremo director y ejemplo Javier Garfio Pacheco, quiere llevar el juicio en libertad, porque la cárcel le irrita su claustrofobia y sus tendencias suicidas. No entiende que, en efecto, la cárcel provoca esos y otros malestares. Si a esas vamos, nadie estaría preso.

Lo que debió pensar, dada sus enfermedades, era no ponerse en esa tesitura; pero le resultó imposible dado el regusto que le daba vivir de los privilegios del gordillismo, entre los cuales se cuenta, en su caso particular, maquillarse y depilarse las cejas, todo eso para recibir los honores que se significan en el bautizo con el propio nombre de las escuelas. Quiso competir hasta con José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet. Que no friegue.

Hoy puede entonarle a la maestra, al son de un mariachi: las rejas no matan, pero sí tu maldito querer. Porque creo que también canta.