
Frente a los problemas, lenguaje elusivo de los gobernantes
Al discurso de los gobernantes, para entenderlos en su debida dimensión, hay que buscarles su real intencionalidad. En una genuina democracia lo ordinario es la franqueza, la ausencia de doblez y la escasa pretensión de engañar a los ciudadanos. Pero de eso estamos muy lejos en México.
Aquí, sea en la escala federal, estatal o municipal, los pronunciamientos públicos por lo regular buscan escamotear la información o definir las pautas para la autodefensa, sobre todo cuando él o la gobernante está en una situación de riesgo ante lo que se piensa en la sociedad, o ha causado tendencia en la opinión pública para interpretar un fenómeno o un hecho.
En esta columna van dos ejemplos recientes de este comportamiento. Uno es de índole local y partidista en Chihuahua, y tiene que ver con Daniela Álvarez, la exdiputada ahora designada para “dirigir” al PAN estatal por la gobernadora María Eugenia Campos, real y absoluta dirigente; el otro es federal y toca a la presidenta Claudia Sheinbaum por sus recientes declaraciones en torno al caso del rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, ubicad a unos 60 kilómetros de la capital tapatía.
En el primero de los casos, es más que evidente que el PAN local de Chihuahua está, si no perdido, extraviado. La dirigente estatal, Daniela Álvarez, ha lanzado una estrategia altamente conservadora, y podríamos afirmar que reaccionaria, para posicionar a su partido con rumbo a la elección general de 2027 en la que se renovarán los tres poderes de la entidad.
Su agenda, para no variar, es el viejo discurso de proteger la vida desde el momento de la concepción, que figura en la Constitución local desde 1995 y que ya está obsoleta, no nada más a la luz del pensamiento jurídico contemporáneo, sino del derecho mexicano vigente.
Es un hecho que Daniela Álvarez no asistió a la marcha del 8 de Marzo pasado y, por tanto, no se percató del divorcio absoluto que hay entre su discurso clerical, fundamentalista y anticuado, y lo que el pensamiento feminista ha alcanzado como un consenso difícil de combatir con el discurso retrógrada.
Al examinar la marcha de pasado 8 de Marzo, el escritor Alfredo Espinosa se preguntaba si tenía algún sostén tildar a Chihuahua de conservador, y expuso los enormes cambios culturales que se han operado en nuestra sociedad, en otras palabras, el relativista de este concepto, El PAN, ya lo sabemos, quiere encarar esta realidad a golpes de catecismo, porque no es otra cosa lo que está proponiendo la señorita Álvarez.
Cuando se examina un pronunciamiento como el de “la jefa” del PAN, se da uno cuenta de bulto que no tienen más de dónde agarrarse, sino apostarle a ese viejo conservadurismo que las mujeres han sido las primeras en abandonar, no sin consecuencias violentas para ellas; por eso el activismo que se desborda en las calles.
De tiempo atrás he venido recomendando a los panistas, y ahora a sus aliados del PRI, e incluso ahora a algunos de MORENA, que lean el libro Guía ética para personas inteligentes de Mary Warnock, filósofa, política y escritora británica, integrante de la Cámara de los Lores de Inglaterra. Ahí explica muy bien, a gente atrasada como la del PAN, que cuando los políticos asumen responsabilidades públicas, tienen que ejercer –hago una paráfrasis– la razón y la prudencia, para medir las consecuencias de sus actos, ya una vez asumiendo un cargo.
En ese marco, hay lo público y lo privado, y entender –esto lo afirmo yo– que las convicciones personales, sobre todo de origen religioso, no se deben de tratar de imponer a los demás. Finalmente la señorita Álvarez ha de entender que no hay abortos de nueve meses y que la interrupción legal del embarazo en México, médica y científicamente, tiene acotadas las semanas para practicarse.
Pasando al tema de la presidenta del país, si bien para el caso Teuchitlán anunció medidas que pueden ser valiosas, como la de fortalecer la Comisión Nacional de Búsqueda, de donde fue despedida Karla Quintana, por discrepar con López Obrador en el número de desaparecidos, cifras que el entonces presidente quiso minimizar, literalmente; o la incorporación de nuevos protocolos para la atención inmediata de desapariciones y la publicación mensual de cifras de carpetas de investigación, entre otras, también su lenguaje deja mucho qué desear cuando, por una parte, habla de “carroñeros” que se nutren del dolor para hacer política, y lo hace de manera autodefensiva e indiscriminada.
El pasado sábado asistí a la Cruz de Clavos donde se expresó el luto por tales hechos, y a decir verdad, no vi a ningún carroñero, sino gente seria y dedicada a ese delicado tema.
No olvidemos que la señora Sheinbaum, a la que exigieron que volteara a ver a las madres buscadoras, se le obligó, en los hechos, a abordar el doloroso asunto y dar instrucciones que eventualmente generen resultados.
Con sus palabras asume las desapariciones de Jalisco (“…hubo un tema, por ahí…”, dijo) como algo totalmente secundario, sin mucha importancia, en un momento en el que el país se cimbra por el número de desapariciones actualmente registrado y la incuria mostrada por los aparatos estatales en esta materia. Está claro que el discurso de repartir culpas y pedir que dejen en paz a López Obrador ya se agotó, y que lo que queda es la autodefensa de una clase política perdida en su pretensión de sostenerse en el poder.
Dos casos diferentes, un mismo problema, y un lenguaje elusivo común.

