Artículo

El parroquialismo de Corral

El Encuentro Chihuahua continúa en medio de la polémica. No nos confundamos: cualquier diálogo obliga, para ser auténtico, no esconder los ases bajo la manga. No me interesa su costo, a pesar de que contraviene en rigor el decreto de Austeridad emitido por el titular del Ejecutivo, tampoco me detendré en la violación del mandamiento 8 del Código de Ética que proscribe favoritismos personales, que se abre a la templanza y se cierra a la falta de respeto a la diversidad. Que de esos temas, válidos, se ocupen otros. Ojalá.

El gran problema que está atrás del Encuentro se llama facciosidad, doblez, ligereza en el lenguaje y ausencia de honestidad en sus preconizadores del PAN y el PRD, empeñados en crear un frente electoral enfilado a las elecciones federales del 2018 y particularmente la muy importante de presidente de la república.

Se aduce al viejo lema de sacar al PRI de los Pinos cuando lo obligado es reconocer que eso ya sucedió por doce años y las administraciones Fox y Calderón propiciaron el retorno del viejo y carcomido partido de Estado y así la supervivencia del régimen que llega hasta ahora. Lo correcto sería que rindieran cuentas de ese pasado, del cemento neoliberal que los amalgamó y de la obstinada faena actual de cerrarle el paso a un proyecto de izquierda democrática. Corral, al inaugurar el evento, estuvo obligado a informar de lo que ha hecho en poco menos de un año, pero eso nadie lo debatió.

Los dislates, quizás por ser eso, tampoco fueron aclarados, empezando por estimar que Chihuahua fue refugio de la libertad para Miguel Hidalgo cuando en realidad lo trajeron acá para juzgarlo militar y eclesiásticamente y proceder a fusilarlo y decapitarlo. Nadie rebatió a Corral cuando habló de la soberanía y la nación. Según él, la soberanía está mermada, se ha renunciado a ella. Y se ocultan hechos claros y tangibles en el balcón local como el nombramiento de Alejandra de la Vega al frente de la secretaría encargada de la Economía, sin más proyecto visible que los intereses petroleros de su esposo y la familia texana de Bush.

La clase política mexicana no se va a jubilar a partir de sus propias reformas. Eso no ha sucedido en ninguna parte, no hay precedente de política comparada que sostenga esta apreciación formulada a posteriori del Encuentro. Pienso, siguiendo las apreciaciones del economista Paul A. Barant “que una clase dirigente nunca entrega el poder a menos que se vea obligada a hacerlo por una abrumadora presión, el desarrollo y el progreso solo pueden lograrse si todas las capacidades y energías de un pueblo, que estaba política, social y económicamente desamparado bajo el antiguo sistema, se lanzan a la batalla contra las fortalezas del antiguo régimen”. Ese es el retrato del México de hoy y no hay argumento convincente para pensar que PAN y PRD puedan garantizar la ruta de transformaciones que México necesita emprender de manera improrrogable.

El Encuentro (el pasado y los que vienen) pretende darle curso a un proyecto de la clase política mexicana para continuar reproduciendo su poderío. Hasta un niño de pecho sabe que su finalidad es truncar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, personaje este con el que son públicas mis diferencias. Todo proyecto “anti” no puede ser presentado como fruto de un diálogo genuino.

Corral ha dicho que el evento, patrocinado con recursos fiscales, es algo así como la fundación de la apertura de Chihuahua ante la nación. Lo que es una falacia. Vayan dos o tres ejemplos históricos para demostrar que Chihuahua ha estado en ese gran espacio, que va más allá incluso del territorio nacional.

Mariano Orcasitas a la hora de la fundación de Chihuahua creó la primera biblioteca regional con las obras, entre otras, de Alejandro Humboldt, Buffón, Rousseau y Constant. Los primeros ciudadanos independientes leyeron La democracia en América. En 1910 ni qué decir y, por finalizar este racimo a fines de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado aquí leíamos a los filósofos fundamentales de Alemania, marxismo, clásicos del pensamiento político, encíclicas, documentos de Vaticano II, los abríamos a los auditorios y junto a los grandes pensadores nacionales debatíamos en la capital de la república, en Puebla, en Sinaloa y en muchos escenarios más. Jamás nos caracterizó lo que ahora el Ejecutivo denomina el aldeanismo. Al contrario, quienes alimentaron ese provincianismo fueron los panistas y dentro de ellos los tradicionalistas que incluso defendieron la sangre hispana de una entelequia racial supuestamente instalada aquí.

Hoy se dice que hay que acabar con el espíritu de aldea pero se oculta que la elección del candidato panista del 2016 se decidió en una junta de notables en la Ciudad de México. Es una historia sobre la que hay que bordar y que hoy me rebasa por razones de espacio.

También se es omiso, en la deliberación del Encuentro sobre las mermadas autonomías de los estados, toleradas por PAN y PRD. El ejemplo de Chihuahua es patético porque frente a sus problemas financieros prácticamente se está a las instrucciones y órdenes que salen de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Que del federalismo se apiade dios, que los feudales van por sus propios derechos territoriales.

Ciertamente cualquier aldeanismo cerrado es un absurdo. Lo es también porque la administración actual supone que por traer a personajes importantes el estado de Chihuahua sale, por ese solo hecho, al escaparate nacional. Al igual que lo es el nacionalismo a ultranza. Sin embargo, lo que estamos viendo ahora es que la clase política se está escudando en un parroquialismo de raigambre oportunista y electoral, que hablando de apertura a la nación lo que busca es consolidar y centrarse en sí misma, mirando solo hacia dentro, desechando, antagonizando o restando importancia a lo que venga de otras latitudes hartas de la partidocracia que representan, por poner solo un grupo de figuras: Madero, Anaya y Barrales.

Quizá por eso a personajes como Eloy S. Vallina las deliberaciones en el antiguo Palacio Federal de Chihuahua solo le provocaron somnolencia y bostezos. Pero a pesar de todo habrá nuevos encuentros, de élite porque nuestros grandes académicos, investigadores, pintores, poetas no están ni estarán entre los elegidos y las amistades del convocante. Pero ya que son realizados con apoyos fiscales de los contribuyentes no estaría de más hacerse presente con nuevas voces. No sería ni la primera ni la última vez que esto suceda.