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César Duarte como político corre en vida paralela con Juan Orol en el cine mexicano. Al igual que el gallego que hizo fortuna en México, luego de pasar por Cuba, Duarte es productor, actor secundario, luego primario, de sus propias películas; co-director, argumentista, lo que redundaba en cintas grotescas y risibles de tan mal hechas, y aún la crítica a veces lo llegó a elevar a la alta calidad de un intelectual de la cinematografía, cuando de él se dijo que hacía “surrealismo involuntario”. He de confesar que para este paralelismo me sirvo de las ideas de don Emilio García Riera, consignadas en su Breve historia del cine mexicano.

César Duarte compra la prensa de Chihuahua para que diga de él las cosas más inverosímiles y a ratos con surrealismo ramplón, como aquello de que somos el primer lugar prácticamente en todo. Así mismo compra dos o tres plumas que hacen olas para que digan que está con un pie en una secretaría de Estado y con otro en la dirigencia del PRI. Las jerarquías burocráticas se le están agotando porque es de los que aún sin ver caballo ensillado quiere montar. En cambio, periodistas críticos del corte de Julio Hernández López, se han encargado de poner las cosas en su lugar, en particular en el breve espacio que ocupa César Duarte. Lo cito: “Además, se habla del gobernador de Chihuahua, César Duarte, como aspirante a presidir el PRI. Este gobernador Duarte (no el de Veracruz) es un ejemplo viviente de la manera en que el ahorro fecundo y creador puede convertir a un político en banquero, sobre todo si el mismo estado en mención practica malabares de ayuda a la empresa financiera (Banco Progreso Chihuahua), en sublime conjunción de esfuerzos público-privados en favor de un abnegado ciudadano con poder político (y, ahora, económico)…”.

Precisamente por lo que dice don Julio, tiene las puertas cerradas César Duarte. Y no tanto porque haya vientos de honradez en la Presidencia de la república, sino debido a las circunstancias que lo han hecho desafecto al lodo, como para cargar con el cieno Duarte. Ni se preocupen pensando que Peña Nieto, al hablar de populismo, demagogia, proyectos personales, esté interactuando con César Duarte. La tragedia de este hombre, que quiso meterse hasta la cocina de Los Pinos y del Palacio Nacional, es que ahí no está. Si me apuran un poco, diré que el tema habla de alguien que enloqueció de poder. Para efectos públicos, a Duarte y sus cómplices los persigue la corrupción llamada Unión Progreso. Ahí puede usted encontrar también a Jaime Herrera Corral, Carlos Gerardo Hermosillo, Pedro Genaro Hernández y sus compinches.